Copenhague y su Sirenita

El domingo me levanté muy temprano. En Dinamarca amanece más temprano que en España. Sobre las cinco de la mañana ya se filtra luz por las ventanas y claro, es imposible dormir. Así que tras despertarme tan temprano no sabía qué hacer. Estuve un rato dando vueltas en la cama, intentando coger el sueño, sin resultado. Finalmente decidí levantarme y distraerme escribiendo y repasando las fotos tomadas el día anterior con la cámara. Aburrida, acabé despertando a mi marido y bajando a dar una vuelta por los alrededores del hotel. Ya eran las ocho de la mañana y el día era espléndido

En nuestro paseo matinal descubrimos un lago, cerca del hotel, en el que los daneses madrugan para correr a su alrededor. Muestra de su vida sana. Incluso llegamos a ver un padre corriendo mientras paseaba el carrito de su bebé. Las calles estaban desiertas y el silencio absoluto. Ningún coche circulando por la calle, sólo algún despistado ciclista dando un paseo. Tras el breve paseo volvimos al hotel con la esperanza de ver levantado al resto del grupo para poder desayunar. Y así fue. Ya estaban desayunando en el restaurante del hotel y los imitamos.


Tras un completo desayuno dejamos las maletas en la consigna del hotel y continuamos nuestra exploración de la ciudad. El centro lo dábamos por visto así que decidimos subir a un bus turístico para que nos enseñara los alrededores. Desde el piso superior del autobús contemplamos unas espléndidas vistas de Copenhague. El recorrido llegaba hasta la famosa Sirenita, situada junto al puerto, donde bajamos. Con gran ilusión vimos que nuestro barco, llamado Blue Moon, ya estaba atracado en el muelle, cerca de la Sirenita (Denlille Havfrue), el símbolo de Copenhague. Nos hicimos la correspondiente foto delante del diminuto monumento, una estatua de bronce clavada a una roca en la entrada del puerto, y nos adentramos por un parque situado junto al puerto que recibe el nombre de Kastellet. Cruzamos una pasarela, bajo la cual discurría el foso que rodeaba la fortaleza, con cisnes en sus aguas, para acceder a una serie de edificios rojos de dos pisos con tejado a dos aguas. Eran los cuarteles militares del ejército danés. El parque tiene forma de estrella de cinco puntas y un camino de tierra rodea el perímetro. Caminando por este sendero llegamos a iglesia construida junto al lado. Es la iglesia de Sant Alban, de estilo gótico. A su lado la fuente de Gefión.

Volvemos a subir al autobús en la misma parada en la que bajamos antes y continuamos el recorrido pasando junto al castillo de Amaliengorg, la residencia de invierno de la familia real danesa, hasta llegar de nuevo a la Avenida Hans Christian Andersen, donde nos apeamos. Desde allí nos dirigimos directamente al hotel para recoger nuestras maletas de la consignas, llamar a un taxi y embarcar en el crucero que nos espera atracado frente al Kastellet.

Una vez frente al barco, los empleados del barco, muy amables y atentos, nos facilitan unas etiquetas que hemos de pegar en nuestro equipaje, del que se encargaran ellos de llevar al camarote. Tras rellenar un breve formulario, nos dan una tarjeta magnética, que servirá tanto como llave de la habitación como para cargar todas nuestras consumiciones a bordo del crucero. Antes de embarcar, sin embargo, te hacen una fotografía con los componentes del grupo y subimos finalmente por la pasarela al barco, al más puro estilo “Vacaciones en el Mar”, pero sin el capitán recibiéndonos.

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