Última escala: Helsinki

La mañana del último día desperté temprano, sobre las seis de la mañana y me asomé una vez más al balcón. Miento, simplemente descorrí las cortinas para curiosear qué se veía en el exterior. Para mi sorpresa vi pequeñas islas, no tan abundantes ni tan encantadoras como las de Estocolmo, así que cogí la cámara de vídeo, las grabé y me volví a acostar hasta que sonó el despertador a las ocho de la mañana. Nos vestimos, subimos a desayunar y vimos entrar el barco en el puerto de la capital de Finlandia. El lugar de amarre del crucero estaba muy cerca de un pequeño puerto deportivo.

El día, por primera vez durante todo el crucero, no acompañaba, al amanecer un día nublado y caer cuatro gotas de lluvia. El plan era bajar del barco, pasar la aduana finlandesa mostrando el DNI al agente y recoger nuestras respectivas maletas, colocadas en la terminal del puerto. Varios autocares esperaban a los pasajeros que tenían excursión contratada con el barco para recorrer Helsinki y llevarlos finalmente al aeropuerto. Este era nuestro caso, así que subimos las maletas al autocar y nuestra guía comenzó a enseñarnos la ciudad.
 
El recorrido fue breve debido a la hora en que salía nuestro avión con destino Barcelona así que sólo disponíamos de un par de horas. La primera parada fue en una iglesia luterana excavada dentro de una roca que nos llamó mucho la atención por su techo circular. La Iglesia de Temppeliaukio. Según explica la guía, la concepción arquitectónica fue la de adaptar la Iglesia a la roca, la cual forma todo el perímetro. El techo, muy singular es de cobre, en forma de bóveda formada por cientos de miles de hilos de cobre. Fue construida en 1969 y su cubierta tiene 24 metros de diámetro. Debido a todo su entorno granítico ofrece una excepcional acústica por lo que se emplea también como sala de conciertos.
 
Tras esta rápida visita a Temppeliaukio continuamos el recorrido y llegamos a las afueras de la ciudad para realizar una parada en el parque Sibelius, dedicado al famoso compositor finlandés, Johan Julius Christian Sibelius, donde vimos el peculiar monumento erigido en su honor, formado por tubos metálicos que parecen componer una sinfonía escultórica. Con una gran imaginación, la escultora Eila Hiltunen demostró su habilidad técnica para soldar y labrar decenas de tubos de aceros. Un órgano gigantesco con el que rindió homenaje a este compositor finladés.

Tras acercarnos al peculiar monumento y fotografiarlo volvimos de nuevo al autocar, el cual nos dio un pequeño recorrido por los alrededores de Helsinki para volver de nuevo a la ciudad. Concretamente a la Plaza del Senado, última parada turística de la visita. Fue justo al llegar a esta plaza cuando el amenazador tiempo dejó caer una corta lluvia que sirvió para que sacáramos por primera vez durante el viaje los chubasqueros. Salimos del autocar e hicimos las fotos del lugar rápidamente. La guía nos dio media hora de tiempo, que aprovechamos para intentar entrar en la catedral, cosa que finalmente no pudimos por estar celebrándose misa, y para entrar a una tienda de souvenirs a curiosear.

Los alrededores de la Plaza del Senado constituyen un conjunto neoclásico singular presidido por cuatro edificios diseñados por Carl Ludvig Engel, construidos entre 1822 y 1852: la Catedral, el Consejo de Estado, la Universidad y la Biblioteca Universitaria. En el centro de la Plaza del Senado se alza una estatua de bronce en honor del zar Alejandro II y, tras ella, la blanca Catedral evangélica luterana de Helsinki. Como un sello distintivo de la ciudad de Helsinki, la iglesia fue construida de 1830 a 1852, representando el estilo neoclásico.

Desde la Plaza del Senado, emprendimos el camino hacia el aeropuerto, pasando junto a la Plaza del Mercado de Helsinki, un centro de gran vitalidad que se extiende a orillas del Mar Báltico junto al puerto de la ciudad, con sus puestos de frutas y verduras, salmones, arenques, setas, especies, muñecas laponas, artesanías, etc.. En nuestro tour panorámico en autobús vemos de cerca la roja Catedral ortodoxa de Uspensky, la catedral ortodoxa más grande en Europa Occidental. Con sus cúpulas doradas que fue levantada en el siglo XIX para acomodar al gran número de creyentes rusos.

Durante el trayecto final hacia el aeropuerto, la guía nos fue explicando detalles de la vida de los finlandeses como las enormes depresiones que padecen algunos al haber de soportar 50 días al año en completa oscuridad. Debido a este estado melancólico hoy en día el gobierno finlandés tiene un problema, pues está aumentando el alcoholismo en el país. En invierno sólo disfrutan de cuatro horas de sol y 20 de oscuridad mientras en verano la situación es la inversa. Este hecho provoca que muchos finlandeses escojan las vacaciones en los meses de invierno y decidan viajar al sur de Europa, donde hace sol y no tanto frío.

Finalmente, la excursión, y con ella el crucero, terminó en la entrada al aeropuerto de Helsinki a las once de la mañana. El vuelo salió con un par de horas de retraso y la llegada a Barcelona se efectuó sobre las cinco de la tarde. En el avión tuvimos que volver a retrasar una hora para adecuarnos de nuevo al horario español.

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