La Verona de Romeo y Julieta

Verona, la ciudad que presenció el trágico romance de Romeo y Julieta, conserva a día de hoy grandes atractivos para el que la visita. Es la mayor ciudad del Véneto después de Venecia, y también una de las más prósperas del norte de Italia. Su casco antiguo acoge impresionantes restos romanos y palacios medievales. Nosotros escogimos un hotel a las afueras de la ciudad así que cada día nos desplazábamos en coche al centro, donde aparcar era un auténtico milagro. El casco antiguo es peatonal, así que hemos de intentar aparcar en las zonas azules de las callejuelas más próximas. Una vez conseguido, el recorrido por la ciudad se puede hacer perfectamente a pie.



Nuestra primera parada, como no, es la casa de Julieta, a la cual se accede por una arcada que va a dar al patio donde Romeo le declaraba su amor en secreto. Todo el interior de la arcada está infectado de papelitos enganchados donde las parejas escriben sus nombres como recuerdo de que han estado allí. Y ya en el patio, una figura de Julieta, es reclamo de turistas, pues es tradición fotografiarse junto a la estatua tocándole el pecho derecho, razón por la que éste está brillante. 

Una vez cruzamos de nuevo la arcada volvemos al bullicio turístico y nos dirigimos a la Piazza Erbe, donde se instala un alegre mercado de souvenirs diversos. Allí podemos curiosear todo tipo de recuerdos: llaveros, sombreros, máscaras, etc. La plaza es el centro de la vida comercial y administrativa de Verona y a ella van a dar un laberinto de callejuelas que conducen al turista por algunas de las tiendas más elegantes del país. Desde allí vamos a dar a la plaza del signori, importante por estar rodeada de distintos palacios de los Scaligeri, los poderosos gobernantes veroneses del medievo. Una vez vistos los palacios renacentistas de la plaza, volvemos sobre nuestros pasos a la plaza del Erbe y continuamos por una calle muy concurrida. Es la Via Mazzini, la calle comercial donde podremos encontrar las marcas italianas de ropa y complementos más conocidas. 

Paseando por ella desembocamos en la plaza Brà, o dicho de otra manera, en la plaza de la Arena, el gigantesco anfiteatro de Verona del siglo I d.C. Es el tercero más grande del mundo, después del Coliseu de Roma y el de Capua (cerca de Nápoles). En la antigüedad el anfiteatro acogía luchas de gladiadores y ejecuciones públicas y actualmente se utiliza para acoger obras de teatro y ópera. Precisamente los días de nuestra visita acogía la representación de la obra Aída de Verdi. Su interior se podía visitar en parte, mayormente la zona de las gradas y la plaza, en la que había instalada una serie de asientos para los asistentes a la función.


Ya de nuevo en el exterior, nos dirigimos, a través de la Vía Roma, a la Fortaleza Castelvecchio, un espectacular castillo medieval del siglo XIV reconvertido en la actualidad en galería de arte. El museo expone: objetos de final del periodo romano y del paleocristiano, pintura medieval y renacentista, y una sala de armas que acoge joyas, armaduras y espadas de los siglos VI y VII. Además, desde la parte posterior del museo es posible observar uno de los puentes más importantes de Verona, el Ponte Scaligero, parte del antiguo sistema defensivo de Castelvecchio. 



Y es que, a lo largo de nuestro recorrido por el norte de Italia, el nombre de la familia Scaligieri aparece constantemente dando nombre a diferentes monumentos de la región. El motivo es que los Scaligieri fueron unos gobernantes muy poderosos en la época medieval. Ellos consiguieron que la paz llegara a la región después de muchos años de guerras continuas por el poder e hicieron muchas cosas positivas, razón por la que aún en día se les rinde homenaje con sus monumentos.

Esa misma tarde, después de comer en una tratoría un buen plato de tortellini a la carbonara y de regatear la compra de un bolso de Prada (Made in Milano), recogemos el coche de la zona azul y cruzamos el Puente Romano, que une el centro de Verona con la margen oriental del río Adige, para llegar al Teatro de Verona. Allí tenemos más suerte y conseguimos aparcar en una zona libre de pago. Al teatro se accede por el Museo Arqueológico. No hay otra manera de contemplarlo ya que, desde los alrededores, los árboles impiden la visibilidad. Debido a su situación, los espectadores romanos disfrutaban de unas fascinantes vistas de la ciudad a la vez que de la representación en el escenario. Hoy en día lo que mejor se conserva del teatro son las gradas, en su mayor parte intactas, ya que poco queda del escenario.



No pretendo decir que he visto toda Verona porque mentiría, pero nosotros íbamos con los días contados y lo visto de la ciudad consideramos que era lo esencial y más destacable. Al día siguiente partimos hacia Venecia, nuestra próxima ciudad importante en el recorrido y la última italiana, no sin antes hacer una pequeña parada en un pequeño pueblo amurallado situado a pocos kilómetros de Verona, camino de nuestro destino, Soave.

Saliendo de Verona dirección este, desde la misma autopista se puede contemplar a mano izquierda un castillo en lo alto de una montaña, rodeado de viñedos, es Soave. A simple vista, cuando entramos en el pueblo amurallado no parece que sea un lugar visitado, y más tarde comprobamos que no lo era. Son pocos los turistas que llegan aquí así que pasear por sus calles es un remanso de tranquilidad. El pueblo cuenta con pocas tiendas y ninguna dedicada a la venta de souvenirs, hecho que nos demuestra sus pocos visitantes foráneos.


En el pueblo damos una vuelta por sus tranquilas calles y degustamos el vino de la región en un café del centro de la población. Seguimos las murallas hasta la Roca Scaligera, el antiguo castillo que divisábamos desde la autopista. La fortificación fue ampliado en el siglo XIV por los gobernantes Scaligieri y sus estancias están vestidas con mobiliario de época. Desde la torre del castillo se divisan unas preciosas vistas del valle, plagado de viñedos.


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