Salzburgo monumental

Ya al día siguiente cogimos de nuevo el coche dirección a Salzburgo, la capital administrativa, cultural y artística de la región de Salzburg.



El día no acompañaba mucho así que nos centramos en recorrer su casco antiguo, declarado Patrimonio
de la Humanidad por la UNESCO en 1996. Entramos en la Catedral barroca del siglo XVII, consagrada al santo Ruperto de Salzburgo, fundador de la ciudad;   a la Residenz Platz, junto a la antigua residencia del arzobispo, sus callejuelas medievales como Getreidegasse, la calle más comercial de la ciudad, en el número 9 de la cual se alza la casa donde nació en 1756 Wolfgang Amadeus Mozart, y subiremos a la famosa Fortaleza de Hohensalzburg. Este castillo, construido en el siglo XI, sirvió como refugio para los arzobispos de Salzburgo ante cualquier amenaza. Con el tiempo fue ampliándose y actualmente es uno de los principales lugares turísticos de la ciudad.

Tras conocer la capital, tomamos dirección sur, parando a los pocos kilómetros al ver un letrero que anunciaba que en la población de Golling se podía visitar una cascada denominada Cascada de Gollinger, un salto de agua que cae desde una altura de 100 metros. El coche se puede aparcar en las afueras del pueblo, junto a la taquilla de la cascada. Y es indispensable el chubasquero si no quiere uno acabar pasados por agua. El visitante va siguiendo un sendero señalizado y protegido con una barandilla de madera en el lado exterior del camino. La cascada aparece a nuestra derecha y la vamos rodeando hasta atravesarla por un puente de madera que cruza de una orilla a otra de la corriente. Se ha de ir con cuidado de no caer ya que el suelo de la zona más próxima a la cascada resbala. El paseo termina en el nacimiento de la caída de agua, una vez allí, el visitante regresa por el camino por donde ha venido.


Siguiendo la misma carretera de Golling, un poco más al sur, encontramos la pequeña localidad de Werfen, un pueblo que atrae visitantes gracias a  Fortaleza de Hohenwerfen y a las grutas heladas de Eisriesenwelt, el mayor sistema de cuevas heladas del mundo.

Debido a la falta de tiempo hemos de elegir visitar uno de los dos, así que finalmente elegimos las cuevas, porque nos atrae la idea de ver unas cuevas heladas en pleno mes de agosto. Lo que no esperábamos era el camino de ascenso que debíamos subir. Primero en coche, más tarde caminando y en telecabina, para terminar de nuevo andando. Aunque cuando te encuentras en la entrada de la cueva y miras todo el paisaje bajo tus pies ves que la subida ha merecido la pena. Abajo os dejo en enlace a la visita, que merece una entrada propia.

Damos el día por terminado y regresamos al alojamiento. Todavía es temprano, las siete de la tarde, pero no hay nadie por la calle. Los austríacos se recogen muy pronto en sus casas así que no dejan muchas alternativas de diversión al visitante que viene del mediterráneo, donde se sale mucho más por la noche. Así que allí donde fueres haz lo que vieres, a descansar.


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