Escapadas en avión

 

PRAGA

Normalmente todos los viajes los hacemos en coche, o combinando avión y coche de alquiler. El viaje a Praga ha sido un poco diferente respecto al resto por el medio de transporte, el avión únicamente. Llegar en coche significa invertir demasiadas horas en coche y como se trata de una escapada de tres días no merece la pena.

Al bajar del avión en el aeropuerto de Praga, y pasar los controles en el aeropuerto, recogemos las maletas de la cinta transportadora y buscamos un taxi. Cogemos uno y le damos la dirección del hotel donde nos alojaremos los tres días, un pequeño hotel de 3 estrellas, un poco apartado del centro, en la zona 5 (Praga está dividida en zonas, siendo la zona 1 la zona céntrica y continuando la numeración conforme nos alejamos del casco antiguo, bordeando el río Moldava).

Casco antiguo de Praga


Una vez instalados en el hotel, decidimos dar un paseo hasta el centro, bordeando el río Moldava. Desde nuestra zona al centro tardamos caminando 45 minutos pero el paisaje es encantador. Paseamos contemplando la orilla opuesta, el caudaloso río y, como fondo, el castillo de Praga. Pasamos junto a la pequeña isla de Slovansky y al Teatro Nacional. Seguimos el recorrido del tranvía por el lateral del río hasta que llegamos a una intersección con la avenida Narodni, una calle bastante amplia por el centro de la cual circula el tranvía, y giramos a nuestra derecha, en dirección al centro histórico de la ciudad. Por el camino pasamos por varias casas de cambio de moneda y cambiamos euros por coronas checas.

Ya con la moneda local en los bolsillos, buscamos un restaurante. Tras comer una pizza y una buena jarra de cerveza, pues aquí es la bebida típica (te la sirven en una caña de 40 cl y su sabor es muy suave), reempredemos la visita turística siguiendo por la avenida Narodny, que nos conduce directamente a la estación de metro de Mustek, situada en un extremo de la Plaza Wenceslao, donde hay instalado un mercadillo por alguna festividad local. Venden sobre todo objetos de recuerdo típicos del país: colgantes, pulseras, pendientes de ámbar, llaveros, y artesanía. 


Reloj Praga


Seguimos por la calle 
Na Mustku, adentrándonos por las estrechas callejuelas del casco antiguo de Praga y encontrando a nuestro paso multitud de tiendas de souvenirs donde vendían piezas de decoración elaboradas en cristal de Bohemia, famoso en todo el mundo. Por una de estas calles llegamos a la Plaza Vieja, donde se alza frente a nosotros la Torre del Ayuntamiento, erigida en 1410. La esfera del reloj astronómico, situado en su fachada, da la hora exacta y reproduce, por medio de los signos del zodíaco, las órbitas de los planetas, la Luna y el Sol alrededor de la Tierra. Data de 1572.

Son casi las cuatro de la tarde cuando llegamos y hay mucha gente congregada en torno al reloj a la espera de que suene la hora en punto, momento en el cual las campanas repican, los gallos cantan y los autómatas del siglo XV se asoman desde la parte superior del reloj astronómico para saludar al visitante. Doce marionetas que representan a los doce apóstoles.

Tras presenciar la escena, que dura unos minutos, recorremos la Plaza Vieja. Desde ella sólo podemos divisar las dos torres góticas, acabadas en punta, de la Iglesia de Nuestra Señora de Týn, oculta tras la fachada de los edificios que rodean la plaza. Realmente debe celebrarse estos días alguna festividad local, pues en medio de la Plaza Vieja había instalado un mercadillo, con sus tejados rojos de lona, sus puestos de perritos calientes, un pequeño escenario preparado para celebrar un concierto y un detalle curioso, un árbol cuyas ramas estaban adornadas con globos y cintas de colores.

La ciudad está llena de turistas como nosotras que aprovechamos el buen día que ha salido para pasear, tomar una cervecita en una de las muchas terrazas que rodean la plaza o curiosear en el mercado. Rodeamos la plaza y en otra esquina de la plaza descubrimos la iglesia de San Nicolás, de estilo barroco, del siglo XVIII.


Iglesia de San Nicolás


Volvemos de nuevo ante el reloj del Ayuntamiento para continuar nuestro recorrido hacia el río por la calle Karlova, también muy comercial. La calle termina directamente con una torre de ladrillo, oscurecido por el paso del tiempo, llamada “piedra que habla”. Es la entrada del puente de Carlos IV, que une la Ciudad Vieja con la Ciudad Pequeña, al pie del majestuoso Castillo de Praga. Antes de cruzar bajo su arco, un edificio situado a nuestra derecha nos llama la atención, es el Clementinum, una residencia de estudiantes jesuitas.

El puente de Carlos IV es el puente más viejo de Praga. Se empezó a construir en 1347 y se terminó a finales del siglo XIV. Su longitud es de 516 metros, y su ancho es de casi 10 metros.  Cruzamos el puente peatonal y pasamos sobre el caudaloso Moldava disfrutando de una bella panorámica del Castillo de Praga. Junto a nosotros, pintores exponiendo sus lienzos, retratistas dibujando el rostro de los turistas que desean parar un momento y posar como modelos y grupos musicales actuando. No obstante, lo más destacado del puente son las 30 estatuas de piedra, esculpidas entre 1683 y 1714 por los mejores escultores bohemios, que se alinean a ambos lados del puente. La mayoría de ellas de estilo barroco, representan a santos venerados en esa época. Hay tallas como la de Santa Lutgarda, ejecutada por Braun (ilustra el sueño de una monja ciega a la que Cristo crucificado permitió besar sus llagas); la Crucifixion; la Cruz de Lorena, en mitad del puente; la estatua de San Juan Neopomuceno, de Bruncvik; Nuestra Señora de los lisiados o Antonin, estatua de los trinitarios. Son reproducciones. A partir de 1965, todas las estatuas fueron reemplazándose con réplicas, siendo exhibidas las obras originales en el Museo Nacional.

 
Puente de Carlos IV


Ya en la otra orilla, se alza ante nosotros otra torre gótica, ya en la orilla de Malá Strana. Bajamos unos escalones situados en un lateral del puente y continuamos el paseo por los jardines de la Isla de Kampa, donde se encuentra el Museo Kampa, de Arte Contemporáneo. La pequeña isla es un lugar muy tranquilo donde las familias acuden con los niños para tumbarse en el césped y las parejas dan románticos paseos. Cruzamos sobre un pequeño canal para volver a la Ciudad Pequeña y seguir explorando esta parte del casco antiguo de la ciudad.


Museo Kampa


En nuestra inmersión por el barrio de Mala Strana, a orillas del Moldava, descubrimos, medio escondido por unas estrechas calles, el Museo Franz Kafka, dedicado al famoso escritor judío nacido en Praga, autor de “La Metamorfosi”. La verdad es que llama la atención la estatua que preside la entrada al museo, formada por una pareja de estatuas masculinas situadas la una frente a la otra totalmente desnudas siendo su miembro viril el conducto por el que sale el agua de la fuente. Pero lo más curioso es que el movimiento del miembro de arriba abajo continuamente. Nada mejor para representar a Kafka, autor de “La Metamorfosis”, un escritor partidario del naturismo.

Seguimos caminando por la orilla oeste del río Moldava y llegamos a un mirador desde el que se tiene una espléndida vista del puente de Carlos IV y de la Ciudad Vieja. Desde aquí, nos dirigimos hacia el norte para cruzar el siguiente puente, Manestuv most y seguimos por el lateral del río para visitar el Barrio Judío (Josefov) de la ciudad. No es difícil distinguir las iglesias judías. A su alrededor se congregan multitud de personas vestidas de negro, con barba y un pequeño sombrero que esperan para entrar a rezar. Nos detenemos un momento junto a la Sinagoga Staronová, de 700 años de historia, una de las más antiguas de Europa, donde la comunidad judía ortodoxa de la ciudad continúa celebrando sus oficios religiosos. A pocos metros de esta sinagoga se encuentra el antiguo cementerio judío en el que se encuentran apiladas centenares de lápidas las unas sobre las otras. Este era uno de los pocos lugares donde estaba permitido enterrar a los judíos de la ciudad. Por este motivo la falta de espacio obligaba a situar los cuerpos unos encima de otros. Se calcula que están enterrados 200.000 cadáveres y la lápida más antigua se remonta a 1439. No entramos. Nos limitamos a rodearlo e intentar vislumbrar su interior a través de los muros hasta que topamos con otra sinagoga, con el símbolo de la estrella de David en su puerta principal.


Sinagoga Staronová


Continuamos el paseo por una amplia avenida comercial (Parizska), que nos lleva directamente de nuevo a la Plaza Vieja. Bordeamos la Iglesia de Nuestra Señora de Týn por su parte trasera para investigar los alrededores del casco antiguo y descubrimos una de las zonas de copas de la ciudad, con pubs a ambos lados de la calle. Tras un rato callejeando, llegamos a una avenida principal y pasamos junto a la Torre de la Pólvora para terminar el recorrido tomando una cerveza en una cafetería del centro y haciendo un poco de tiempo para la cena. Son las ocho. Para ser nuestro primer día en Praga no está nada mal. Hemos dado un buen paseo y situado los monumentos. Mañana exploraremos en más profundidad la Ciudad Pequeña y subiremos al Castillo.

El Castillo de Praga



El Loreto, Praga


Salimos del hotel temprano. Hoy no cruzamos el río y seguimos por el lateral izquierdo por la calle Karmelitska Ujezd dirección al Castillo de Praga. En el camino pasamos junto a la Colina Petrin y junto a la Iglesia de San Nicolás e iniciamos el ascenso hacia el castillo. Hace mucho frío. Las orejas se quedan congeladas por el aire matinal. Subimos por una empedrada calle comercial llena de pequeñas tiendas de souvenirs en los laterales, hasta llegar a una escalera (Radnicke Schody) la subimos y continuamos por la misma calle hasta llegar a El Loreto, iglesia barroca del siglo XVII. Volvemos sobre nuestros pasos por la calle Loretanska hacia la entrada del Castillo.
  
El castillo de Praga es uno de los más notables, suntuosos y emblemáticos vestigios del gran pasado histórico, cultural y social de la capital de la República Checa. Fundado en el siglo IX, fue la residencia de los reyes de Bohemia, emperadores del Sacro Imperio Romano, presidentes de Checoslovaquia y los presidentes de la República Checa. En él se encuentran las Joyas de la corona de Bohemia. Con 570 metros de largo y 130 de anchura media, es considerado la mayor fortaleza medieval del mundo.


Catedral de San Vito de Praga


Cruzamos la entrada del castillo, custodiada por una pareja de centinelas de guardia, pasamos por una amplia plaza y llegamos a la fachada de la Catedral de San Vito, la catedral gótica más antigua de Europa Central. Accedemos a su interior por su entrada principal y recorremos su planta, deteniéndonos en los lugares más destacados de la catedral: la capilla de San Segismundo, el sepulcro de San Vito y la cripta Real la capilla de San Wenceslao. Una puerta abierta en el muro nos indica que es posible subir a la torre sur de la Catedral. Sin pensarlo dos veces, subimos sus 287 escalones para contemplar desde lo alto de la torre las fantásticas vistas de la ciudad, con el puente en primer plano. Una vez repuestos de la subida emprendemos el descenso.

Ya en el exterior, contemplamos la belleza de la fachada sur de la Catedral, camino del Viejo Palacio Real, donde destaca la puerta durada y entramos al Palacio Real donde visitamos sus diferentes estancias y la Basílica de San Jorge, la construcción románica mejor conservada en Bohemia. Antes de salir del recinto amurallado del castillo visitamos el Callejón de Oro, con sus casitas rústicas de colores. En esta calle vivieron los artesanos del castillo en el siglo XVI. En una de ellas trabajó Kafka ente 1916 y 1917. Finalmente, visitamos los calabozos del castillo, donde se exponen diferentes objetos de tortura de la época, para terminar bajando por las escaleras viejas (Stare Zamecke Schody).

Es casi mediodía, y el hambre aprieta. Desde aquí cogemos el metro en la parada de Malostranská para ir a comer. Tras un transbordo, nos bajamos en la parada de Flora. Aquí, alejada del bullicioso centro histórico de Praga, en este barrio obrero, se alza la Torre de televisión en Zizkov, de 100 m de altura. Desde el restaurante de la quinta planta del edificio se pueden contemplar unas excelentes vistas de la ciudad los días despejados, así como subir al mirador que tiene en su octavo piso. Esta torre provoca un gran rechazo en los habitantes de la ciudad porque la consideran antiestética. La torre se construyó en la década de 1970 con la intención de interrumpir las señales radiofónicas extranjeras. El régimen comunista no reparó en arrasar un cementerio judío para poner en pie este repetidor. Desde el mirador aún se observan los restos del cementerio a los pies de la torre con lápidas apiladas unas sobre las otras.


Torre de televisión en Zizkov


Volvemos dando un agradable paseo caminando hacia el Museo Nacional, un elegante edificio del siglo XIX que alberga una serie de colecciones de minerales, zoología, etc, y que preside la Plaza Wenceslao. En la Edad Media esta plaza fue un mercado de caballos, se empezó a rehabilitar en el siglo XIX y al poco tiempo pasó a ser el corazón comercial y hotelero de Praga. En 1848 fue rebautizada como Plaza Wenceslao en homenaje al santo patrón de Bohemia. Nos detenemos en la estatua ecuestre dedicada a San Wenceslao, de inicios del XX, obra de Myslbek, y curioseamos las tiendas que inundan sus laterales. La avenida se parece a la Puerta del Ángel o al Paseo de Gracia barcelonés.


Museo Nacional en la Plaza Wenceslao


Una vez en el extremo opuesto al Museo Nacional, donde está instalado un pequeño mercadillo, nos adentramos por un pasadizo situado en uno de los edificios que van a dar a la plaza para llegar al Jardín de los Franciscanos, un rincón muy tranquilo, donde se puede de disfrutar un poco de paz y descansar del bullicio de la calle comercial. Los padres acuden a él con sus hijos para que éstos jueguen en los columpios después de salir de la escuela. Tras el paseo estamos cansados. Los pies nos piden un reposo así que buscamos una cervecería donde reponer fuerzas. Damos por concluido el paseo y volvemos al hotel a descansar un par de horas.

Más tarde salimos de nuevo para cenar y disfrutar de la noche checa tomando una copa en algún pub de moda. Volvemos a las dos de la mañana al hotel tras cenar en un excelente restaurante italiano situado en pleno centro y escuchar música en la zona nocturna de Praga. Mañana es nuestro último día en la ciudad y hemos de levantarnos pronto para terminar de verla.


Colina Petrín


Tal como hicimos ayer, cogemos la calle Karmelitska Ujezd sin cruzar el río Moldava y esta vez sí subimos a la Colina Petrín dando un agradable paseo, desde lo alto de la cual se contempla una preciosa panorámica de la ciudad bajo nuestros pies. Hace un sol espléndido y no tanto frío como ayer a la misma hora. El parque está muy tranquilo y se contemplan unas vistas muy bonitas del castillo. Un funicular sube hasta la cima pero nosotros preferimos subir caminando. En lo alto de la colina se alza una torre de hierro de 60 metros de altura, que data de 1861. Es la Torre Petrín, una pequeña réplica de la Torre Eiffel de París.


Torre Petrín de Praga


Cerca de la Torre de Petrín está la Iglesia de San Lorenzo, el Laberinto de los Espejos, formado por espejos especiales que transforman totalmente el aspecto de las personas haciéndolas aparecer gordas, muy flacas, altas o bajas. No obstante, la obra de mayor antigüedad, conservada en Petrín hasta el presente, es el llamado Muro del Hambre. Fue edificado entre 1360 y 1362 por orden del rey checo y emperador romano-germánico Carlos IV. Su construcción dio trabajo a mucha gente pobre y de allí el nombre del muro, que durante siglos formó parte del sistema de protección de la ciudad de Praga ante los enemigos. la muralla que rodea la ciudad. 

Por una pequeña abertura en el muro cruzamos hacia el exterior de la muralla donde vemos un recinto militar enrejado donde se lee claramente “Prohibido el paso”. Volvemos al interior de la muralla vieja y llegamos al Monasterio Strahov. El príncipe Vladislao Primero lo mandó construir en el siglo XII para los monjes de la orden premonstratense. El monasterio ha sido reconstruido varias veces a causa de las frecuentes incursiones de los enemigos. Gracias a ello, no obstante, el edificio se ha conservado en buen estado hasta la actualidad. 


Puente Praga


Desde aquí seguimos por la calle Uvoz Nerudova, dejando a nuestra derecha la colina Petrín. Orientamos nuestros pasos hacia el río Moldava para volver a cruzar el puente de Carlos IV y detenernos para contemplar las 30 figuras que lo adornan. El día acompaña con un sol espléndido y sin una nube en el horizonte. El río baja caudaloso y los barcos turísticos navegan por sus aguas enseñando al visitante las maravillas de la ciudad. 

Una vez en la orilla opuesta, nos adentramos por el centro antiguo y nos detenemos en las diferentes tiendas que encontramos a nuestro paso, curioseando marionetas, infinidad de figuras talladas en cristal de bohemia y otros recuerdos para llevar como regalo a la familia. Llegamos a la Plaza Vieja y nuestro estómago nos pide alimento así que buscamos un restaurante donde saciarnos. El elegido se encuentra cerca de la torre de la Pólvora y su especialidad es la carne a la brasa. Las raciones son generosas y el trato del personal muy amable así que salimos contentos de la comida. 

La tarde nos la tomamos con calma y continuamos el paseo por las estrechas calles del casco viejo, entramos en Nuestra Señora de Týn para visitar su austero interior, y nos sentamos en una de las múltiples terrazas de Praga para saborear nuestra última cerveza checa del viaje. Nos despedimos de la ciudad y volvemos al hotel a descansar, pues al día siguiente sale nuestro avión de regreso a Barcelona y hemos de estar pronto en el aeropuerto.

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