Castillo de Chenonceau

A la mañana siguiente, madrugamos. Más obligados que voluntariamente, pues Aitor se despertó temprano y con hambre, así que aprovechamos para salir pronto de Tours y comenzar nuestro periplo por los castillos de la región. 


Nuestro primer destino del día era el Castillo de Chenonceau, el más conocido del Loira. Llegamos a las nueve, recién abierta la taquilla, una hora perfecta para ver los jardines y el castillo prácticamente solos y en silencio. El castillo de Chenonceau aparece al final de un largo paseo de tierra flanqueada por altos árboles. Tras cinco o diez minutos se abre el camino a los jardines y poco más adelante encontramos el bello y romántico castillo sobre el río Cher.

Castillo de Chenonceau


Pasamos un par de horas visitando el edificio renacentista. La Capilla, los diferentes aposentos, entre los que destaca la habitación de Catalina de Médicis y de Diana de Poitiers, mujer y amante respectivamente de Enrique II, y la habitación de Luisa de Lorena, nuera de Catalina de Médicis, muy tétrica pintada de negro y decorada con monogramas, lágrimas y lazos blancos tras la muerte de su marido, Enrique III; o la Galería, de estilo florentino, que comunica los dos márgenes del río Cher, son algunas de las estancias más destacables del edificio. Por no hablar de los tapices flamencos que decoran prácticamente todas las paredes de las habitaciones bien amuebladas. 

Castillo de Chenonceau


Y es que Chenonceau refleja las diversas influencias de cinco mujeres, que aportaron un toque femenino a este elegante edificio. La primera fue Catherine Briçonnet, esposa del chambelán real, que supervisó la construcción del castillo. Más tarde Diana de Poitiers, la amante de Enrique II, creó un jardín ornamental y construyó un puente sobre el Cher. Tras la muerte de Enrique II, su viuda, Catalina de Médicis, reclamó el castillo, remató el puente con la gran galería y añadió un jardín ornamental que competía con el de su rival Chenonceau sobrevivió a la Revolución de 1789 gracias al respeto de los habitantes por Louise Dupin, mujer de un restaurador de impuestos, y Madame Pelouze compró el edificio en 1863 y lo restauró. 

Tras la visita del castillo, paseamos por los jardines ornamentales de Diana de Poiters y Catalina de Médicis, rediseñados en el siglo XIX, y salimos de nuevo al aparcamiento rumbo al siguiente castillo. 

La ruta continuaba hacia el Castillo de Amboise. Lamentablemente era ya mediodía y aparcar en el pueblo resultaba imposible. Dimos varias vueltas y finalmente nos rendimos. Regresamos a Tours a comer y descansar.

La tarde la dedicamos a seguir descubriendo Tours, tomar un refresco en una de sus terrazas, visitar los jardines del Jardín Botánico y recogernos pronto a descansar porque el día siguiente sería ajetreado.


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