El castillo de Praga es uno de los más notables, suntuosos y emblemáticos vestigios del gran pasado histórico, cultural y social de la capital de la República Checa. Fundado en el siglo IX, fue la residencia de los reyes de Bohemia, emperadores del Sacro Imperio Romano, presidentes de Checoslovaquia y los presidentes de la República Checa. En él se encuentran las Joyas de la corona de Bohemia. Con 570 metros de largo y 130 de anchura media, es considerado la mayor fortaleza medieval del mundo.
Cruzamos la entrada del castillo, custodiada por una pareja de centinelas de guardia, pasamos por una amplia plaza y llegamos a la fachada de la Catedral de San Vito, la catedral gótica más antigua de Europa Central. Accedemos a su interior por su entrada principal y recorremos su planta, deteniéndonos en los lugares más destacados de la catedral: la capilla de San Segismundo, el sepulcro de San Vito y la cripta Real la capilla de San Wenceslao. Una puerta abierta en el muro nos indica que es posible subir a la torre sur de la Catedral. Sin pensarlo dos veces, subimos sus 287 escalones para contemplar desde lo alto de la torre las fantásticas vistas de la ciudad, con el puente en primer plano. Una vez repuestos de la subida emprendemos el descenso.
Ya en el exterior, contemplamos la belleza de la fachada sur de la Catedral, camino del Viejo Palacio Real, donde destaca la puerta durada y entramos al Palacio Real donde visitamos sus diferentes estancias y la Basílica de San Jorge, la construcción románica mejor conservada en Bohemia. Antes de salir del recinto amurallado del castillo visitamos el Callejón de Oro, con sus casitas rústicas de colores. En esta calle vivieron los artesanos del castillo en el siglo XVI. En una de ellas trabajó Kafka ente 1916 y 1917. Finalmente, visitamos los calabozos del castillo, donde se exponen diferentes objetos de tortura de la época, para terminar bajando por las escaleras viejas (Stare Zamecke Schody).
Es casi mediodía, y el hambre aprieta. Desde aquí cogemos el metro en la parada de Malostranská para ir a comer. Tras un transbordo, nos bajamos en la parada de Flora. Aquí, alejada del bullicioso centro histórico de Praga, en este barrio obrero, se alza la Torre de televisión en Zizkov, de 100 m de altura. Desde el restaurante de la quinta planta del edificio se pueden contemplar unas excelentes vistas de la ciudad los días despejados, así como subir al mirador que tiene en su octavo piso. Esta torre provoca un gran rechazo en los habitantes de la ciudad porque la consideran antiestética. La torre se construyó en la década de 1970 con la intención de interrumpir las señales radiofónicas extranjeras. El régimen comunista no reparó en arrasar un cementerio judío para poner en pie este repetidor. Desde el mirador aún se observan los restos del cementerio a los pies de la torre con lápidas apiladas unas sobre las otras.
Volvemos dando un agradable paseo caminando hacia el Museo Nacional, un elegante edificio del siglo XIX que alberga una serie de colecciones de minerales, zoología, etc, y que preside la Plaza Wenceslao. En la Edad Media esta plaza fue un mercado de caballos, se empezó a rehabilitar en el siglo XIX y al poco tiempo pasó a ser el corazón comercial y hotelero de Praga. En 1848 fue rebautizada como Plaza Wenceslao en homenaje al santo patrón de Bohemia. Nos detenemos en la estatua ecuestre dedicada a San Wenceslao, de inicios del XX, obra de Myslbek, y curioseamos las tiendas que inundan sus laterales. La avenida se parece a la Puerta del Ángel o al Paseo de Gracia barcelonés.
Una vez en el extremo opuesto al Museo Nacional, donde está instalado un pequeño mercadillo, nos adentramos por un pasadizo situado en uno de los edificios que van a dar a la plaza para llegar al Jardín de los Franciscanos, un rincón muy tranquilo, donde se puede de disfrutar un poco de paz y descansar del bullicio de la calle comercial. Los padres acuden a él con sus hijos para que éstos jueguen en los columpios después de salir de la escuela. Tras el paseo estamos cansados. Los pies nos piden un reposo así que buscamos una cervecería donde reponer fuerzas. Damos por concluido el paseo y volvemos al hotel a descansar un par de horas.
Más tarde salimos de nuevo para cenar y disfrutar de la noche checa tomando una copa en algún pub de moda. Volvemos a las dos de la mañana al hotel tras cenar en un excelente restaurante italiano situado en pleno centro y escuchar música en la zona nocturna de Praga. Mañana es nuestro último día en la ciudad y hemos de levantarnos pronto para terminar de verla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario