Tal como hicimos el día anterior, cogemos la calle Karmelitska Ujezd sin cruzar el río Moldava y esta vez sí subimos a la Colina Petrín dando un agradable paseo, desde lo alto de la cual se contempla una preciosa panorámica de la ciudad bajo nuestros pies. Hace un sol espléndido y no tanto frío como ayer a la misma hora. El parque está muy tranquilo y se contemplan unas vistas muy bonitas del castillo. Un funicular sube hasta la cima pero nosotros preferimos subir caminando. En lo alto de la colina se alza una torre de hierro de 60 metros de altura, que data de 1861. Es la Torre Petrín, una pequeña réplica de la Torre Eiffel de París.
Cerca de la Torre de Petrín está la Iglesia de San Lorenzo, el Laberinto de los Espejos, formado por espejos especiales que transforman totalmente el aspecto de las personas haciéndolas aparecer gordas, muy flacas, altas o bajas. No obstante, la obra de mayor antigüedad, conservada en Petrín hasta el presente, es el llamado Muro del Hambre. Fue edificado entre 1360 y 1362 por orden del rey checo y emperador romano-germánico Carlos IV. Su construcción dio trabajo a mucha gente pobre y de allí el nombre del muro, que durante siglos formó parte del sistema de protección de la ciudad de Praga ante los enemigos. la muralla que rodea la ciudad.
Por una pequeña abertura en el muro cruzamos hacia el exterior de la muralla donde vemos un recinto militar enrejado donde se lee claramente “Prohibido el paso”. Volvemos al interior de la muralla vieja y llegamos al Monasterio Strahov. El príncipe Vladislao Primero lo mandó construir en el siglo XII para los monjes de la orden premonstratense. El monasterio ha sido reconstruido varias veces a causa de las frecuentes incursiones de los enemigos. Gracias a ello, no obstante, el edificio se ha conservado en buen estado hasta la actualidad.
Por una pequeña abertura en el muro cruzamos hacia el exterior de la muralla donde vemos un recinto militar enrejado donde se lee claramente “Prohibido el paso”. Volvemos al interior de la muralla vieja y llegamos al Monasterio Strahov. El príncipe Vladislao Primero lo mandó construir en el siglo XII para los monjes de la orden premonstratense. El monasterio ha sido reconstruido varias veces a causa de las frecuentes incursiones de los enemigos. Gracias a ello, no obstante, el edificio se ha conservado en buen estado hasta la actualidad.
Desde aquí seguimos por la calle Uvoz Nerudova, dejando a nuestra derecha la colina Petrín. Orientamos nuestros pasos hacia el río Moldava para volver a cruzar el puente de Carlos IV y detenernos para contemplar las 30 figuras que lo adornan. El día acompaña con un sol espléndido y sin una nube en el horizonte. El río baja caudaloso y los barcos turísticos navegan por sus aguas enseñando al visitante las maravillas de la ciudad.
Una vez en la orilla opuesta, nos adentramos por el centro antiguo y nos detenemos en las diferentes tiendas que encontramos a nuestro paso, curioseando marionetas, infinidad de figuras talladas en cristal de bohemia y otros recuerdos para llevar como regalo a la familia. Llegamos a la Plaza Vieja y nuestro estómago nos pide alimento así que buscamos un restaurante donde saciarnos. El elegido se encuentra cerca de la torre de la Pólvora y su especialidad es la carne a la brasa. Las raciones son generosas y el trato del personal muy amable así que salimos contentos de la comida.
La tarde nos la tomamos con calma y continuamos el paseo por las estrechas calles del casco viejo, entramos en Nuestra Señora de Týn para visitar su austero interior, y nos sentamos en una de las múltiples terrazas de Praga para saborear nuestra última cerveza checa del viaje. Nos despedimos de la ciudad y volvemos al hotel a descansar, pues al día siguiente sale nuestro avión de regreso a Barcelona y hemos de estar pronto en el aeropuerto.
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