Una vez instalados en el hotel, decidimos dar un paseo hasta el centro, bordeando el río Moldava. Desde nuestra zona al centro tardamos caminando 45 minutos pero el paisaje era encantador. Paseábamos contemplando la orilla opuesta, el caudaloso río y, como fondo, el castillo de Praga. Pasamos junto a la pequeña isla de Slovansky y al Teatro Nacional. Seguimos el recorrido del tranvía por el lateral del río hasta que llegamos a una intersección con la avenida Narodni, una calle bastante amplia por el centro de la cual circulaba el tranvía, y giramos a nuestra derecha, en dirección al centro histórico de la ciudad. Por el camino pasamos por varias casas de cambio de moneda y cambiamos euros por coronas checas.
Ya con la moneda local en los bolsillos, buscamos un restaurante. Tras comer una pizza y una buena jarra de cerveza, pues allí es la bebida típica (te la sirven en una caña de 40 cl y su sabor es muy suave), reempredimos la visita turística siguiendo por la avenida Narodny, que nos conduce directamente a la estación de metro de Mustek, situada en un extremo de la Plaza Wenceslao, donde había instalado un mercadillo por alguna festividad local. Vendían sobre todo objetos de recuerdo típicos del país: colgantes, pulseras, pendientes de ámbar, llaveros, y artesanía.
Seguimos por la calle Na Mustku, adentrándonos por las estrechas callejuelas del casco antiguo de Praga y encontrando a nuestro paso multitud de tiendas de souvenirs donde vendían piezas de decoración elaboradas en cristal de Bohemia, famoso en todo el mundo. Por una de estas calles llegamos a la Plaza Vieja, donde se alzaba frente a nosotros la Torre del Ayuntamiento, erigida en 1410. La esfera del reloj astronómico, situado en su fachada, da la hora exacta y reproduce, por medio de los signos del zodíaco, las órbitas de los planetas, la Luna y el Sol alrededor de la Tierra. Data de 1572.
Eran casi las cuatro de la tarde cuando llegamos y había mucha gente congregada en torno al reloj a la espera de que sonara la hora en punto, momento en el cual las campanas repicaban, los gallos cantaban y los autómatas del siglo XV se asomaban desde la parte superior del reloj astronómico para saludar al visitante. Doce marionetas que representan a los doce apóstoles.
Tras presenciar la escena, que dura unos minutos, recorremos la Plaza Vieja. Desde ella sólo podemos divisar las dos torres góticas, acabadas en punta, de la Iglesia de Nuestra Señora de Týn, oculta tras la fachada de los edificios que rodean la plaza. Realmente debe celebrarse estos días alguna festividad local, pues en medio de la Plaza Vieja había instalado un mercadillo, con sus tejados rojos de lona, sus puestos de perritos calientes, un pequeño escenario preparado para celebrar un concierto y un detalle curioso, un árbol cuyas ramas estaban adornadas con globos y cintas de colores.
La ciudad está llena de turistas que aprovechan el buen día que ha salido para pasear, tomar una cervecita en una de las muchas terrazas que rodean la plaza o curiosear en el mercado. Rodeamos la plaza y en otra esquina de la plaza descubrimos la iglesia de San Nicolás, de estilo barroco, del siglo XVIII.
Volvemos de nuevo ante el reloj del Ayuntamiento para continuar nuestro recorrido hacia el río por la calle Karlova, también muy comercial. La calle terminaba directamente con una torre de ladrillo, oscurecido por el paso del tiempo, llamada “piedra que habla”. Era la entrada del puente de Carlos IV, que une la Ciudad Vieja con la Ciudad Pequeña, al pie del majestuoso Castillo de Praga. Antes de cruzar bajo su arco, un edificio situado a nuestra derecha nos llama la atención, es el Clementinum, una residencia de estudiantes jesuitas.
El puente de Carlos IV es el puente más viejo de Praga. Se empezó a construir en 1347 y se terminó a finales del siglo XIV. Su longitud es de 516 metros, y su ancho es de casi 10 metros. Cruzamos el puente peatonal y pasamos sobre el caudaloso Moldava disfrutando de una bella panorámica del Castillo de Praga. Junto a nosotros, pintores exponiendo sus lienzos, retratistas dibujando el rostro de los turistas que desean parar un momento y posar como modelos y grupos musicales actuando. No obstante, lo más destacado del puente son las 30 estatuas de piedra, esculpidas entre 1683 y 1714 por los mejores escultores bohemios, que se alinean a ambos lados del puente. La mayoría de ellas de estilo barroco, representan a santos venerados en esa época. Hay tallas como la de Santa Lutgarda, ejecutada por Braun (ilustra el sueño de una monja ciega a la que Cristo crucificado permitió besar sus llagas); la Crucifixion; la Cruz de Lorena, en mitad del puente; la estatua de San Juan Neopomuceno, de Bruncvik; Nuestra Señora de los lisiados o Antonin, estatua de los trinitarios. Son reproducciones. A partir de 1965, todas las estatuas fueron reemplazándose con réplicas, siendo exhibidas las obras originales en el Museo Nacional.
Ya en la otra orilla, se alza ante nosotros otra torre gótica, ya en la orilla de Malá Strana. Bajamos unos escalones situados en un lateral del puente y continuamos el paseo por los jardines de la Isla de Kampa, donde se encuentra el Museo Kampa, de Arte Contemporáneo. La pequeña isla es un lugar muy tranquilo donde las familias acuden con los niños para tumbarse en el césped y las parejas dan románticos paseos. Cruzamos sobre un pequeño canal para volver a la Ciudad Pequeña y seguir explorando esta parte del casco antiguo de la ciudad.
En nuestra inmersión por el barrio de Mala Strana, a orillas del Moldava, descubrimos, medio escondido por unas estrechas calles, el Museo Franz Kafka, dedicado al famoso escritor judío nacido en Praga, autor de “La Metamorfosi”. La verdad es que llama la atención la estatua que preside la entrada al museo, formada por una pareja de estatuas masculinas situadas la una frente a la otra totalmente desnudas siendo su miembro viril el conducto por el que sale el agua de la fuente. Pero lo más curioso es que el movimiento del miembro de arriba abajo continuamente. Nada mejor para representar a Kafka, autor de “La Metamorfosis”, un escritor partidario del naturismo.
Seguimos caminando por la orilla oeste del río Moldava y llegamos a un mirador desde el que se tiene una espléndida vista del puente de Carlos IV y de la Ciudad Vieja. Desde aquí, nos dirigimos hacia el norte para cruzar el siguiente puente, Manestuv most y seguimos por el lateral del río para visitar el Barrio Judío (Josefov) de la ciudad. No es difícil distinguir las iglesias judías. A su alrededor se congregan multitud de personas vestidas de negro, con barba y un pequeño sombrero que esperan para entrar a rezar. Nos detenemos un momento junto a la Sinagoga Staronová, de 700 años de historia, una de las más antiguas de Europa, donde la comunidad judía ortodoxa de la ciudad continúa celebrando sus oficios religiosos. A pocos metros de esta sinagoga se encuentra el antiguo cementerio judío en el que se encuentran apiladas centenares de lápidas las unas sobre las otras. Este era uno de los pocos lugares donde estaba permitido enterrar a los judíos de la ciudad. Por este motivo la falta de espacio obligaba a situar los cuerpos unos encima de otros. Se calcula que están enterrados 200.000 cadáveres y la lápida más antigua se remonta a 1439. No entramos. Nos limitamos a rodearlo e intentar vislumbrar su interior a través de los muros hasta que topamos con otra sinagoga, con el símbolo de la estrella de David en su puerta principal.
Continuamos el paseo por una amplia avenida comercial (Parizska), que nos lleva directamente de nuevo a la Plaza Vieja. Bordeamos la Iglesia de Nuestra Señora de Týn por su parte trasera para investigar los alrededores del casco antiguo y descubrimos una de las zonas de copas de la ciudad, con pubs a ambos lados de la calle. Tras un rato callejeando, llegamos a una avenida principal y pasamos junto a la Torre de la Pólvora para terminar el recorrido tomando una cerveza en una cafetería del centro y haciendo un poco de tiempo para la cena. Eran las ocho. Para ser nuestro primer día en Praga no está nada mal. Hemos dado un buen paseo y situado los monumentos. Mañana exploraremos en más profundidad la Ciudad Pequeña y subiremos al Castillo.
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