Nos levantamos temprano para aprovechar al máximo el día y de nuevo a la carretera dirección este: Lago di Garda. La verdad es que la salida de Milán fue un poco caótica debido al denso tráfico de primera hora de la mañana y a la manera de conducir de los italianos, un tanto temeraria. Allí cambiar del carril izquierdo al derecho para tomar una salida sin señalizar la maniobra y zigzagueando está a la orden del día. Así que el conductor extranjero ha de ir con mucha vista y precaución ante estos fitipaldis de la carretera. Por no hablar de la velocidad media, unos 140 km/h. El carril derecho apenas se utiliza, con eso está dicho todo.
Nuestra primera parada, Sirmione, es famosa desde la antigüedad debido a sus aguas termales. La ciudad se alarga sobre una delgada península que se extiende en la orilla sur del Garda a lo largo de 4 km. y es uno de los lugares más encantadores del lago, desde el cual se goza de preciosas vistas de las dos riberas.
Nada más llegar podemos comprobar que Sirmione es uno de los lugares del lago más visitados por los turistas ya que cuenta con una gran aparcamiento donde dejar el coche antes de entrar a la ciudadela medieval. Así pues nos dirigimos a su entrada, al Castillo Scaligero, desde el cual se accede al centro histórico y a la Roca Scaligera a su derecha, construida en el s. XIII por voluntad del señor de Verona como atraque para su flota, se compone de un conjunto de torres, patios internos y puente levadizo, con un gran dársena y tapia. Visitamos el Castillo, que cuenta con una ensenada que permitía amarrar los barcos veroneses, subimos a sus torres y paseamos por sus murallas, desde las que se observan unas buenas vistas del lago y del resto de la península. Continuamos la visita caminando por su casco antiguo, por sus calles adoquinadas y sus comercios de artesanía y recuerdos, hasta que llegamos a una plaza donde para un trenecito que nos llevará a las Cuevas de Catullo. Estas cuevas son un yacimiento arqueológico de una villa romana que está situado en la parte extrema de la península y uno de los ejemplos de antigua vivienda romana. Desde el allí podemos contemplar bajo nosotros las playas de Sirmione, totalmente de piedra con pequeñas charcas donde poder refrescarse sin necesidad de meterse directamente al lago. Ya de regreso al aparcamiento descubrimos el balneario Sirmione, el centro de tratamiento termal privado más grande de Italia, debido a las sulfurosas aguas que se originan en las profundidades del Garda.
De nuevo en el coche, nos dirigimos hacia el este bordeando el lago para poder contemplar los pueblos que hay en sus orillas. La verdad es que si intentamos comparar el lago di Como y el de Garda, vemos que son totalmente diferentes. El lago di Garda es mucho mayor, pues es el lago más grande de Italia (Como es el tercero) y atrae mucho más turismo. En sus aguas podemos ver fácilmente que se practican diferentes deportes acuáticos como windsurf, vela y piragüismo. En cambio el lago di Como era mucho más tranquilo y en sus aguas no vimos practicar deporte alguno. Eso sí, al igual que sucedía en Como, múltiples transbordadores y vaporettos ayudan a los turistas a pasar de una orilla a otra del lago con mayor rapidez.
Durante el recorrido pasamos por Gardaland, un parque temático para niños, y paramos a comer en Bardolino, uno de los muchos pueblos situados a orillas del lago, famoso por sus viñedos, donde comemos una gran pizza acompañada del vino tinto de la zona. Bardolino cuenta con un paseo a la orilla del lago, desde el cual se accede a unas pequeñas calas de piedra donde acuden los italianos de la zona a tomar el sol y darse un refrescante baño en los calurosos días estivales. No es extraño encontrarse en medio del paseo alguna hamaca despistada o un puesto ambulante de helados haciendo su agosto. Parece que es un centro de veraneo, ya que cuenta en sus alrededores con varios campings casi a pie de playa, pero a la vez resulta tranquilo, quizá sea por ser la hora de la siesta y estén todos medio dormidos. Una vez hemos bajado un poco la comida, y antes de partir, nos acercamos a su supermercado para comprar un par de botellas de vino y productos de la zona.
Nuestra intención es hacer noche en Verona, a tan sólo media hora de coche, así que hacia allí nos dirigimos.
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