Hoy dedicaremos el día a la zona alemana
cercana a Colmar. Primero pasearemos por Freiburg in Bresnau, la capital de la
Selva Negra. Son unos 52 Km así que llegamos en una hora.
Lo primero que llama la atención de Freiburg
es la cantidad de ciudadanos que cogen la bicicleta para ir a trabajar. Son muy
deportistas. El terreno es llano e invita al desplazamiento en dos ruedas (es
más fácil pedalear en llano que en montaña. Es innegable). El tranvía es otro
medio de transporte que utilizan mucho. Parece que el coche lo dejaran como
último recurso.
Llegar al centro de Freiburg sin saber
alemán ni tener GPS resulta complicado pero no imposible. Al no entender el
idioma no identificábamos que señal nos dirigiría al centro así que fue más
bien suerte el encontrar un aparcamiento cubierto en el casco antiguo de la
ciudad. Eran las nueve de la mañana así que la actividad comercial estaba
despertando.
La primera calle por la que caminamos nos
condujo directamente a la catedral, de estilo mayormente gótico, de Freiburg.
Delante de ella estaban instalando un mercado ambulante de productos de
alimentación (como fruterías, charcuterías) y productos artesanales (jabones,
especias, objetos tallados de madera…). Paseamos por los alrededores del templo
y en un lateral de la plaza de la Catedral encontramos un edificio de fachada granate
decorado con escudos y esculturas humanas en su fachada. Es el gran almacén
histórico, construido en el siglo XVI (entre 1520 y 1532) para el consejo de
administración del mercado.
Desde la plaza de la Catedral seguimos el
paseo hacia la calle comercial y peatonal de Kaiser-Joseph-Straße, por donde pasa el tranvía. Y en la
cual está la torre …. con un reloj astronómico similar al de Berna. Seguimos
callejeando, disfrutando del paseo. Hace un día soleado pero fresco. Parece
extraño pero se viniendo del calor sofocante de Barcelona se agradece pasear en
pleno mes de agosto con chaqueta.
Llegando a la plaza del Ayuntamiento nos
encontramos con varios grupos de turistas. En la misma conviven el edificio del
Ayuntamiento Antiguo, construido en 1557-59 uniendo varios edificios antiguos,
que desde 2007 alberga la Oficina de Información y Turismo, y el Ayuntamiento
Nuevo, construido a finales del siglo XIX (1896-1901). Aprovechamos para entrar
en la oficina de turismo para comprar un mapa de Fribourg y continuar nuestro
recorrido por las principales calles del casco antiguo.
Todavía es temprano. Las once de la mañana.
Hemos de empezar a pensar en buscar un restaurante donde comer. Si fuera por
nosotros esperaríamos a las dos pero en Europa se come a las doce. Así que como
damos por vista la ciudad, decidimos coger el coche y dirigirnos a nuestro
próximo destino del día, el lago Titisee, donde esperamos encontrar un buen
restaurante.
El lago
Titisee está ya en la Selva Negra. Desde Fribourg se llega por una
carretera de curvas rodeada de una espesa vegetación. Son 32 km de carretera
enmarcada por grandes árboles que no dejan atisbar ni el paisaje hasta llegar al pueblo de Titisee, donde aparcamos en el inmenso aparcamiento que tienen habilitado para los turistas. Viendo
únicamente la gran zona de
aparcamiento nos podemos hacer una idea que es un lugar con un gran atractivo
turístico. Andamos cinco minutos hasta la entrada al pueblo. Lo primero que
vemos es un pequeño tren turístico a punto de salir para realizar su recorrido.
Y toda una serie de restaurantes y tiendas de souvenirs. Son las doce así que
vamos directos a mirar los menús y en el segundo restaurante descubrimos que
disponen de carta en español así que, como nuestro alemán es bastante
deficiente, en este nos quedamos. Además, nos da muy buena impresión. En la
terraza empiezan a estar las mesas ocupadas pero nosotros optamos por el
interior, donde estaremos a mejor temperatura. Pedimos la gastronomía típica
alemana: salchichas con patatas fritas y cerveza, y todo a muy buen precio.
Ya saciados, salimos a una amplia avenida muy comercial y concurrida
hacia donde todos se dirigen, la calle del lago (Seestraße). La calle está
repleta de tiendas de souvenirs. Infinidad de recuerdos llenan el interior de
las tiendas, desde bolsos a llaveros y artículos de mantelería. Pero lo que más
me llama la atención son los relojes de cuco de madera expuestos. Existen de
todos los tamaños y todos ellos están minuciosamente trabajados y no les falta
detalle. Los hay desde 10 euros hasta algunos, enormes, de hasta 6000 euros o
más. Para todos los gustos y bolsillos.
Viendo tiendas llegamos hasta el lago Titisee, centro de toda la
actividad lúdica de la zona. Ofrece todo tipo de entretenimientos: rutas en
barco, alquiler de barcas a pedales; alquiler de patines y bicicletas para dar
un paseo alrededor del lago o colchones hinchables para los más pequeños, entre
otras actividades. Pasear disfrutando del paisaje y de la tranquilidad que
rodea al lago o leer un libro
sentado en un banco o tumbado en la pequeña playa. Un lugar ideal para pasar el
día y no aburrirte. Ahora entiendo el gran aparcamiento de la entrada… Un
complejo recreativo escondido entre montañas y protegido por inmensos árboles.
Un idílíco paraíso donde esconderse del ruidoso mundo.
Entre tantas opciones de entretenimiento, optamos por alquilar una
barca a pedales durante una hora y navegar solos por el lago. Mi marido y yo
nos montamos en los asientos delanteros y colocamos a nuestro hijo Aitor entre
las piernas de uno de los dos, siempre atentos de que no se acercara mucho al
borde. La barca contenía un toldo que podíamos deslizar hacia adelante en caso
de lluvia para protegernos pero no hizo falta. El paseo fue de lo más
agradable. Dimos la vuelta completa al lago. Pasando cerca de la orilla,
pudimos ver algunas cabañas próximas al agua con su pequeño embarcadero
privado. Y el tiempo se nos pasó volando.
Una vez en tierra de nuevo, curioseamos más tiendas y finalmente
volvimos al aparcamiento. Todavía nos quedaba un lugar a visitar: el lago Schluchsee. Es el lago más grande
de la Selva Negra. Llegamos tras más de media hora de curvas (la distancia
entre los dos lagos es de 26 km). Schluchsee es totalmente diferente a Titisee.
Es totalmente tranquilo donde apenas vemos actividad turística. No hay barcas
ni tiendas. El lago conserva más su naturaleza virgen. Encontramos una terraza
y allí nos sentamos a tomar algo fresco y relajarnos con el silencio del
entorno.
Ahora sí podemos dar el día por concluido.
Regresamos a Colmar.
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