Hoy decidimos no alejarnos mucho de Colmar.
Visitaremos en coche el Valle de Munster, un tranquilo valle del Parque Natural
Regional de los Balones de los Vosgos rodeado de colinas y montañas, y pararemos
en Munster, la capital del valle. Una basílica romana, un pequeño lago, un
parque y un pequeño recinto que alberga varias cigüeñas son su especial
atractivo.
Ciudad amurallada hasta el siglo XIX, Munster fue duramente
golpeada por los bombardeos durante la Primera Guerra Mundial, que acabó con casi
todos los edificios antiguos. Sobrevivieron algunos, como el Ayuntamiento
construido en 1550, el Laube (Hall), construido en 1503 en la Plaza del Mercado
(se trasladó a la calle San Gregorio 1867) y las escuelas financiadas por la
industria de Hartmann. En la entrada este de la ciudad, la antigua finca de
Albert Hartmann, transformado en un parque público, con obras talladas de
principios del siglo XIX (puente de grifos, esfinges en el puente, la estatua
de Neptuno).
Un producto muy conocido de la región es su
queso, el Munster. Se
trata de un queso de pasta blanda y corteza lavada que se originó en el siglo
VII, cuando los monjes del monasterio lo empezaron a elaborar. En ese momento,
era una manera de conservar la leche. En el Valle de Munster, este queso
todavía se elabora de manera artesanal y cuenta con la denominación de origen
(AOC) desde 1969.
De vuelta a Colmar paramos en el pueblo de
Rouffach, porque desde la carretera nos llama la atención que su iglesia cuenta
con dos campanarios de diferentes estilos. Es la iglesia de Notre-Dame de
l’Assomption (Nuestra Sra. de la Asunción), de estilo románico-gótico, muestra
la evolución de la arquitectura religiosa del siglo XI al XIX.
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