Trastevere y Jardines Pincio

Hoy es nuestro último día en Roma. Lo principal ya lo hemos visitado así que aprovecharemos la jornada para conocer nuevos barrios de la ciudad y disfrutar de sus jardines. Lo primero que hacemos, como cada día, es comprobar que el coche sigue aparcado en su sitio en perfecto estado. Una vez hecho esto nos dirigimos al barrio del Trastevere, muy cerca de la iglesia de la Bocca della Verità. Como siempre, caminando.

El Trastevere, área “más allá del Tíber” es un barrio totalmente diferente a los vistos hasta ahora. Sus calles empedradas están desiertas, los restaurantes a estas horas de la mañana están vacíos, abundan los comercios de barrio y encontramos muy pocos turistas por la zona. Parece un barrio tranquilo. Aquí viven los romanos más humildes de la ciudad. Como en el resto de Roma, a nuestro paso encontramos varias iglesias, pero nuestro objetivo es llegar a Santa Maria in Trastevere. Probablemente esta basílica fue el primer lugar de culto cristiano oficial de Roma y foco de devoción a la Virgen María. Según la leyenda, el papa Calixto I la fundó cuando el cristianismo era todavía un culto minoritario. La iglesia actual data casi por entero del siglo XII y es famosa por sus mosaicos, especialmente los de Pietro Cavallini sobre la vida de la Virgen.


Cruzamos de nuevo al otro lado del río Tíber por el Puente Sisto y recorremos diferentes callejuelas del centro de Roma hasta que vamos a parar a una calle principal
que, de pura casualidad, resulta que va a parar a la Plaza del Popolo. Seguimos dicha dirección porque queremos explorar los jardines a los cuales conduce la escalinata que hay en uno de los laterales de la gran plaza. Desde lo alto de la colina se disfrutan unas espléndidas vistas tanto de la magnitud de la esplanada como de Roma. Hemos llegado a los Jardines del Pincio. Un parque inmenso muy tranquilo y agradable, lleno de árboles, similar al Parque de la Ciutadella en Barcelona. A él acuden las familias a pasear con sus hijos e incluso muchos se animan y alquilan  bicicletas o tándems a motor. Este fue nuestro caso. A la vista de que el parque prometía ser enorme y que recorrerlo a pie quizá fuera pesado, nos decidimos a coger un tàndem, y acertamos. Fue genial y muy divertido. Pedaleábamos un poco y el vehículo disponía de un pequeño motor que nos facilitaba las subidas y bajadas por la colina. Recorrimos todo el parque y tanto niños como mayores nos miraban sonrientes por la cara de velocidad que mostrábamos. Paseamos por sus anchas avenidas, con pinos, palmeras y robles, y llegamos a los jardines que rodean la Villa Borguese donde encontramos los restos de un anfiteatro cubierto de hierba, pequeños templos, un lago artificial y el Palacio Borguese, hoy sede de la Galleria del Museo Borguese, entre otros edificios.

El paseo en tàndem dura una hora. Una vez transcurrido este tiempo lo devolvimos y bajamos de nuevo la escalinata de regreso a la Plaza del Popolo. La tarde la pasamos tranquila. Nos hubiera gustado visitar las catacumbas pero teníamos que salir de la ciudad y finalmente nos quedamos sin verlas. La próxima vez será. Mañana partimos temprano hacia Florencia. Nos espera una mañana de coche y tenemos que estar descansados para estar atentos al volante. Adiós ciudad eterna, volveremos.


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