Termas de Diocleciano y de Caracalla.


El cuarto día en Roma fue un poco más tranquilo. Los monumentos principales y más céntricos ya los habíamos visitado, así que ahora podíamos seguir paseando por la ciudad con menos prisas. Empezamos temprano, visitando las termas de
Diocleciano, cercanas al Museo Massimo, en el que estuvimos el primer día. Construidas en los años 298-306 d.C por orden del emperador Diocleciano, estas termas eran los mayores baños públicos de Roma, con capacidad para más de 3.000 personas. Eran punto de encuentro para los hombres, que iban a ellas no sólo a bañarse, sino a charlar y divertirse ya que tenían bibliotecas, barberías, burdeles e instalaciones deportivas.

Fue una lástima que no pudiéramos visitarlas porque estaban cerradas al público esos días. Sin embargo sí entramos a su museo, que forma parte del museo Nacional Romano, en el que se expone una gran colección de piezas de cerámica, utensilios de cocina, armas rudimentarias y lápidas con inscripciones antiguas encontradas en diferentes yacimientos del país. El museo también cuenta en su interior con un claustro, diseñado por Miguel Ángel, alrededor del cual se hallan dispuestas diferentes estatuas romanas de piedra y mármol, la mayoría incompletas.

Tras salir del museo nos dirigimos a la iglesia de Santa Maria la Mayor, en una zona un poco más apartada del centro, la colina Esquilino, uno de los distritos más pobres de la ciudad. La verdad es que vemos poco turista paseando por aquí, sobre todo turistas con la mochila al hombro camino de la estación de Termini, muy cercana. Me cubro los hombros con una blusa, que llevo en la mochila para estos momentos, en señal de respeto y entramos en la basílica. La verdad es que llama mucho la atención la mezcla de estilos de su interior. Su triple nave data del siglo V, mientras que el suelo en mármol y el campanario son medievales, el artesonado del techo renacentista y las dos cúpulas de la iglesia y sus fachadas barrocas. Paseamos por su nave central y nos desviamos a su nave lateral, a la izquierda del altar mayor, donde se encuentra la Capella Sistina, tumba del Papa Sixto V. Por último, contemplamos los mosaicos de los techos y salimos a la plaza que se abre ante la iglesia. En su centro se erige un gran obelisco egipcio, tan habituales ya en nuestro recorrido.

Desde aquí, seguimos la via Merulana, una amplia calle que nos conducirá, tras 20 minutos de camino, directamente a otra iglesia, San Juan de Letrán. Esta basílica se encuentra junto al palacio Laterano, residencia pontificia durante la Edad Media. Frente a la iglesia está la gran plaza de San Juan, que cuenta con el obelisco egipcio más antiguo de Roma en el centro. Esta iglesia, construida en el siglo IV es la más antigua de la ciudad. Actualmente, el Papa celebra aquí los oficios de Jueves Santo y otorga la bendición anual a los fieles. En su interior se conserva la forma primitiva de la basílica. Entramos por la fachada norte, y lo primero que nos encontramos es con el baldaquino gótico del altar mayor, que domina la nave central. Tras el baldaquino vemos el ábside, al que no podemos acceder, y paseamos por los asientos, rodeados a ambos lados por unas grandes estatuas de Cristo y sus apóstoles.


Salimos por la misma puerta por la que entramos y giramos hacia la izquierda, tomando una avenida principal que nos llevará directamente a las Termas de Caracalla. Caminamos por Via dell’amba Aradam, que tiene su continuación en la Via Druso, que va a parar a una gran plaza. Giramos a la derecha por la via de las Termas de Caracalla y encontramos por fin la entrada al recinto amurallado. Ya es mediodía y hace un sol de justicia, pero aquí estamos. Pagamos y recorremos el interior de las ruinas que en su día debieron ser unas termas enormes. Acabadas por el emperador Caracalla, del que reciben su nombre, en el año 217 d.C, estas termas funcionaron durante 300 años, hasta que los godos destruyeron su sistema de cañerías. Tenía capacidad para albergar a 1600 personas. En lo que queda en pie de ellas todavía podemos contemplar las diferentes salas por las que pasaban sus usuarios: el baño turco, el caldarium, el tepidarium, el frigidarium y el natatio. El ritual empezaba en el baño turco y terminaba en una gran piscina al aire libre, pasando antes por estas salas, caliente, templada y fría, respectivamente, caldeadas con piscinas que humedecían la atmósfera. Al igual que las de Diocleciano, las termas de Caracalla también disponían de gimnasios, bibliotecas, sala de reuniones, galerías de arte y jardines. Actualmente, aún se pueden contemplar los mosaicos que decoraban los suelos del gimnasio así como otros fragmentos de mosaico apoyados en las paredes de las ruinas.

 Después de la visita por el interior de las termas, nos sentamos en un banco de los muchos que hay en los jardines que rodean las ruinas a comer el bocadillo. Mientras comemos observamos que junto a nosotros operarios desmontan una gran gradería. Estos días parece que se ha representado algún concierto en el complejo y ahora están retirando el escenario. Las palomas acuden a picotear las migas que caen a nuestro alrededor. Me ponen nerviosa pues se acercan muchas a la vez y no me dejan comer tranquila.

Tras salir del recinto de las termas, aprovechamos para pasear por alguno de los lugares visitados los días anteriores pero deleitándonos en los pequeños detalles que se nos pudieron pasar la primera vez. Volvemos a la Fontana di Trevi y miramos recuerdos en las tiendas de sus alrededores. Parece que los souvenirs más característicos de Italia son todo tipo de figuras realizadas en cristal de Murano, el mármol, la piel y la pasta. Multitud de pequeños comercios se juntan en esta zona para ofrecer al turista todo tipo de recuerdos del viaje. Regresamos al hotel, nos cambiamos y volvemos para cenar en una de estas trattorías, que hipnotizan al futuro cliente por los aromas que salen de sus cocinas. Una excelente elección si se quiere cenar bien y a buen precio. Y nada mejor que completar la cena comprando un helado en una de las heladerías que hay junto a la Fontana y dando un paseo nocturno.


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