Un nuevo día de excursión. La más
larga del viaje. Haremos unos 500 kilómetros: Berna dista de Annecy 200 km más
el trayecto hacia Friburgo, Gruyères y la vuelta. Así que hemos de salir
temprano para seguir el horario que hemos establecido. El objetivo es estar de
vuelta sobre las 19:30 de la tarde.
Hace un día soleado. Son las 8 de la mañana y el primer objetivo es hacer una parada en Murten, una pequeña villa a orillas del lago del mismo nombre, que se encuentra de camino a Berna (a unos 28 km). El trayecto discurre por autopistas “libres” de peaje (ya tenemos la vinyette pegada al cristal delantero para avisar a la policía suiza de que circulamos legalmente). (Murten pertenece a la parte alemana de suiza y que ejerce de frontera entre las dos suizas. La suiza de habla francesa y la suiza de habla alemana. A partir de aquí y hacia el norte las fachadas de las casas son típicamente alemanas con sus bigas exteriores de madera y su tejado a dos aguas.)
Murten (o Morat) es una ciudad
medieval amurallada bañada por el lago Murten. Cuenta con varias calles y en
media hora se recorre sin problemas. Da la casualidad que hoy son fiestas y nos
lo encontramos con las calles engalanadas y con camiones preparando las luces y
el escenario donde actuarán los diferentes artistas durante la tarde-noche.
De momento seguimos el horario
previsto y la siguiente parada y la más importante de la jornada es la capital
de suiza: Berna. Cuenta 350.000 habitantes y es la sede del
Gobierno federal y del Parlamento.
Dejamos el coche en un parking al
otro lado del río y cruzamos hacia el centro de Berna a través del puente Kornhaus-brücke. El contorno de la ciudad es
precioso.
Entramos por la calle Kornhous y
lo primero que nos encontramos es con una de las famosas columnas-escultura que
se erigen por el casco antiguo de la ciudad. Es la figura del Devorador de
Niños. Un poco tétrica que seguro que inspira poca simpatía a los
más pequeños de la casa.
El casco antiguo de Berna es
peatonal. Sólo circula el tranvía. Así que pasear da gusto. Su calle principal,
Kramgasse, está sembrada de las mencionadas columnas-escultura, que se erigen en
medio de la calzada. A ambos lados de la calle los edificios están portificados
y en su interior bulle la actividad comercial. Decenas de comercios de todo
tipo, entre los que destacan las tiendas de chocolate suizo y las charcuterías
cuyo producto estrella es el queso.
La verdad es que sorprende mucho
la tranquilidad con la que el turista puede pasear por el centro de la ciudad
sin tener que sortear vehículos y la impresión es más la de estar en un pueblo
grande que en la capital del país.
Delante de la plaza que se extiende ante el Parlamento, la Bundes-platz,
sembrada de surtidores de agua que hacen las delicias de los más pequeños en un
día de verano como hoy, prosigue una amplia avenida llena de puestos ambulantes
de venta de comida: desde el típico Frankfurt hasta una parada de venta de
tacos y enchiladas mexicanos. Es la Bären-platz. El parque que hay detrás del edificio
del Parlamento (Bundeshaus) y que ofrece unas bonitas vistas del río Aar también
es el lugar elegido por decenas de suizos para almorzar tranquilamente bajo la
sombra de un árbol.
Es mediodía y caemos en la
tentación de comer en uno de estos puestos ambulantes de comida rápida.
Elegimos el mexicano y realmente acertamos. No hemos comido un taco tan bueno
como aquel. Riquísimo.
Tras nuestro tentempié
proseguimos nuestra ruta por Marktgasse hacia la torre del reloj astronómico (Zeitglockenturm),
otro símbolo importante de la ciudad. La torre fue erigida en 1191 y su reloj,
situado en su cara oriental, fue fabricado en 1530. Llegamos poco antes de la
una del mediodía y nos colocamos frente a él esperando ver el movimiento de las
figuras mecánicas que salen cuando suenan las horas en punto.
Desde el reloj continuamos por
Kramgasse, paseando bajo los pórticos que delimitan la calle. Nos desviamos
hacia la derecha para visitar el monumento más emblemático de la ciudad, la
Catedral (el Münster). Nos asomamos a su mirador y volvemos a la avenida principal. También nos acercamos a visitar el Ayuntamiento (Rathaus) del siglo XV, cerrado
al público.
Al llegar al final de esta
avenida nos encontramos con un puente (el Nydeggbrücke) que atraviesa el río Aare y llegamos al foso de los osos (Bärengraben), que dan nombre a la ciudad, al
otro lado del río. En este foso
viven una familia de osos que acampan a sus anchas rodeados por una valla.
Decenas de turistas se asoman y miran hacia abajo desde el puente para verlos y fotografiarlos. Los osos han habitado estos fosos desde el siglo XVI y constituyen un símbolo que aparece en
cualquier parte. El emblema del oso conmemora la fundación de Berna por el
duque Bertoldo. El escritor británico Horace Walpone explicaba el significado
del oso a un compatriota, George Montgau, en una carta que le escribió en 1766: “La ciudad de Berna tiene el
nombre de oso en lengua holandesa, pues Bertoldo, duque de Zeringen, tras
construir la ciudad, salió a cazar y creyó acertado conceder a la ciudad el
nombre de la primera bestia que encontrase y cazara”.
Terminamos nuestra
visita a Berna subiendo por la calle Aargauerstalden y sentándonos a contemplar las bellas
vistas de la ciudad.
Tras visitar Berna, nuestra próxima parada es Fribourg, a 33 kilómetros de la capital
suiza.
Destaca su catedral y su casco antiguo.
Aparcamos y dimos un agradable paseo por sus calles. No nos detuvimos demasiado
porque íbamos con el tiempo justo y aún queríamos ver Gruyères, famoso por su
queso. Así que enseguida subimos de nuevo al coche y hacia allí nos dirigimos.
El paisaje que encontramos es
precioso. Verdes prados, vacas pastando, casas a dos aguas con las vigas de
madera. Bucólico. En la entrada de Gruyères varias vacas recibían al turista
descansando sobre la hierba a modo de bienvenida.
Gruyères es un pueblo turístico
dedicado al queso y al turismo. Su calle principal está repleta de
tiendas donde se nos ofrece el famoso queso Gruyères, y
de restaurantes con el queso como protagonista de sus platos. La especialidad
de la casa: la fondue y la reglette.
Continuando por la calle
principal subimos hacia el castillo pero en el camino encontramos un museo muy
curioso e interesante para los amantes de la ciencia ficción. En la calle que
sube al Castillo de Gruyères, en el Castillo de Saint Germain, encontramos el
HR Giger Museum, que recrea las obras del artista de ciencia ficción suizo HE
Giger, famoso por ganar el Oscar a los Mejores Efectos Especiales en 1980 con
su película “Alien”. Un museo para los seguidores de esta criatura ya que alberga
la mayor colección permanente de pinturas, esculturas, muebles y diseños de la
película de Giger. Al salir, el bar de enfrente del museo está decorado como en
la película.
Son las 17 de la tarde.
Terminamos nuestra ruta de hoy comprando queso. Nos espera una vuelta de dos
horas de coche (162km). Objetivo conseguido. Llegaremos sobre las 19:00 y aún
podremos cenar temprano.
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