Cascadas Krimml

Nos levantamos sobre las seis y media de la mañana. Tocaba madrugar porque la excursión de hoy estaba bastante alejada y queríamos evitar caravanas y aglomeraciones.  Preparamos los bocadillos y algo para picar y a la carretera. 

Se me ha olvidado mencionar que las autopistas y autovías austríacas son de peaje. El pago de este peaje se realiza mediante la compra de una viñeta. Así que antes de entrar en Austria compramos esta viñeta en una gasolinera cercana a la frontera, para poder circular por las autopistas y autovías del país sin preocupaciones y la colocamos en la esquina superior del parabrisas del coche. Es bastante económica. Cuesta 9,40 euros y la puedes utilizar 10 días consecutivos. Es muy recomendable comprarla porque, aunque normalmente se circula por carreteras secundarias, nunca sabes si pasarás por una autopista en el camino y es mejor evitar multas innecesarias. 


Para llegar al destino del día circulamos por una carretera con unas vistas preciosas. Montañas a ambos lados de la carretera, prados verdes, vacas, pueblos de casitas bajas... Un entorno idílico que ameniza mucho el trayecto. Hoy nos dirigimos al Parque Nacional de Hohe Tauern, en la región de Salzburgo, que con sus 1856 km2 de superficie es la mayor reserva natural de los Alpes. Está situado en la cadena de montañas de los Alpes y se extiende a través de los estados federados austríacos de Carintia, Salzburgo y Tirol. Allí nos esperan las Cascadas Krimml, un auténtico espectáculo de la naturaleza. El agua cae desde una altura total de 380 metros en tres saltos y forma la cascada más alta de Europa. Gracias al madrugón, podemos aparcar en el aparcamiento de acceso a las cascadas. Es de pago (5 euros todo el día). Junto al estacionamiento vemos un sendero que nos conduce directamente a las cascadas. Estamos prácticamente solos y llegamos en unos diez minutos a la entrada, pasando primero delante del Wasserwelt, un recinto dedicado a los más pequeños donde pueden jugar con varias actividades con agua.

Tras una visita rápida proseguimos la ruta hasta la taquilla de las cascadas, donde mostramos nuestra tarjeta y accedemos al recinto. Es aconsejable madrugar y hacer el camino, de 4 km de largo, poco a poco. Nosotros comenzamos por ir directamente a la base de la cascada, la Kürsinger Platz, situada a 1070 m de altitud, para tomar todas las fotos con tranquilidad. Apenas éramos un par de familias y pudimos subir las piedras que te permiten llegar junto a la cascada. Nos mojamos pero fue muy divertido. Luego comenzamos el ascenso, parando en cada mirador para hacer fotos desde diferentes ángulos de la cascada. Los niños pueden hacer esta excursión sin problemas y el sonido del agua nos acompaña durante todo el recorrido. Según vamos subiendo y nos vamos deteniendo comenzamos a encontrarnos con más turistas, de todas las edades. 


Nuestro objetivo era subir hasta la cima de la montaña, el mirador Schettkanzel, situado a 1460 m, pero los niños se cansaron en el mirador Schönangerl, cuando tan sólo nos quedaban los últimos 150 metros de subida.. Paramos junto a un restaurante, cerrado hoy, y nos sentamos en unas rocas a comer algo y contemplar unas excelentes vistas de la cascada. Desde aquí emprendemos de nuevo el descenso, donde sí que nos cruzamos ya con mucha más gente subiendo la cuesta. Familias empujando carritos de bebé, con niños a cuestas en portamochilas, jóvenes y mayores, con sus bastones de trekking demostrando estar en plena forma… Es una excursión para todas las edades.



Cuando llegamos abajo ya eran las doce y media del mediodía y los niños tenían hambre. Así que entramos a comer en el restaurante que hay junto a las cascadas y reponer fuerzas. Su interior era muy acogedor, todo decorado de madera. Los niños pidieron unos bratswurts y nosotros un estofado austríaco buenísimo. 

De regreso al coche nos paramos de nuevo en el Wasserwelt a que los niños jugaran un rato y decidimos cuál sería la siguiente parada del día. Hasta ahora el día había aguantado sin llover pero amenazaba con empezar de un momento a otro así que, una vez en el coche, decidimos el siguiente destino.

De regreso a Sankt Johann pasamos muy cerca de las gargantas Sigmund-Thun Klamm, en Kaprun. Al estar de camino y haber leído que merecían mucho la pena decidimos visitarlas. Tomamos el desvío y justo cuando estábamos aparcando comenzó a diluviar. Estuvimos contemplando la posibilidad de visitarlas de todas formas pero la lluvia era muy intensa y los niños estaban muy cansados de la excursión a Krimml. Finalmente descartamos bajar del coche, con la intención de volver un día más soleado, y decidimos regresar a la carretera principal y dirigirnos hacia el apartamento para ver qué día hacía por Sankt Johann.
















Tras una media hora de coche, en Sankt Johann también llovía. Eran sobre las cuatro y media. Temprano para quedarnos en casa. Así que sacamos nuestra Salzburgerland Card y buscamos una actividad para hacer bajo techo. Yo seguía llevando en el maletero una bolsa con toallas, bañadores y una muda limpia por si la ocasión lo requería así que lo aprovechamos y fuimos a las termas Amadeus (Erlebnis-Therme Amadé), incluidas también con la Salzburgerland Card, en el cercano pueblo de Altenmarkt im Pongau. Es un centro termal que cuenta con piscinas y toboganes acuáticos interiores y exteriores, sauna y zona de spa. 

No fuimos los únicos a los que se les ocurrió la misma idea y cuando llegamos era hora punta de entrada de visitantes. El aparcamiento del parque acuático estaba lleno y las chicas de la taquilla comentaban que la piscina estaba llena y que debíamos dejar salir gente para poder entrar. Por suerte, también salía mucha gente y enseguida pudimos entrar. En el vestuario nos esperaba una oleada de calor que contrastaba con el frío de la calle y nos costó encontrar un banco donde cambiarnos y una taquilla donde guardar la ropa. Estos vestuarios también eran mixtos, como en Alemania. Había varios vestuarios individuales para los más pudorosos pero todos llenos. Así que con la ayuda de una toalla nos cambiamos y guardamos todas las pertenencias en la taquilla. Nos duchamos y accedimos a la zona de  las piscinas, repleta de gente. Se notaba que el día no había dado mucha opción y todos habíamos pensado en la misma actividad para pasar la tarde.

La Salzburgerland Card nos permite estar hasta cuatro horas en las termas. Hoy no apetecía hacer uso de su zona exterior pero su zona indoor estaba muy solicitada. Primero nos quedamos en las piscinas interiores y descubrimos unos toboganes donde los niños querían subir. Al final subimos también los papás y allí nos pasamos un rato muy divertido. Después accedimos a la piscina exterior, climatizada, también repleta de gente, e intentamos relajarnos sin pisar o tocar al vecino. Tras tres horas en remojo, ya cansados, salimos, nos duchamos, vestimos y volvemos al apartamento a descansar.  Ha sido un gran día.

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