Hoy toca excursión lejana. En Sankt Johann amanece nublado y con previsión de lluvia. Rápidamente miramos la previsión del resto de la región y vemos que en la parte norte de Salzburgo el día estará despejado así que allí que nos dirigimos. El objetivo del día es St. Gilgen, en Wolfgangsee. La mayor población de la parte de Salzkammergut, que se extiende por el Estado de Salzburgo y un centro de salud. La población se encuentra en la orilla occidental del Wolfgangsee y está rodeada por un paisaje montañoso.
Una hora en coche, parte por autopista y parte por carretera de curvas. Queremos llegar temprano para subir al teleférico Zwölferhorn Seilbahn y contemplar unas vistas panorámicas impresionantes de esta preciosa región de lagos.
Lo conseguimos. Llegamos sobre las diez de la mañana. Compramos algo de almuerzo en un supermercado y buscamos directamente el telecabina porque, aunque el día estaba nublado, por aquí nunca se sabe y puede que si tardamos en subir el tiempo empeore y no se vea nada desde la cima. Así que aparcamos el coche en una gran zona de aparcamiento a unos doscientos metros de la entrada al teleférico, enseñamos nuestra tarjeta en taquilla y comenzamos el ascenso. Eran sobre las once de la mañana.
El Zwölferhorn Seilbahn es antiguo. Inaugurado el 1 de julio de 1957, lleva más de 60 años en funcionamiento. Sus cestas amarillas y rojas son las originales, pequeñas y estrechas y se conservan en muy buen estado. Apenas cabemos los cinco. Suerte que los niños aún son pequeños y pesan poco. El ascenso a Zwölferhorn es lento, cosa que nos permite disfrutar de las preciosas y abrumadoras vistas de las montañas en calma.
Una vez en la cima las vistas son espectaculares y tienes una panorámica de 360 grados. Además de contemplar toda la extensión del Wolfgangsee, divisamos, tras las montañas, varios lagos más pequeños, el Mondsee i el Fuschlsee. Varios carteles informativos indican las diferentes rutas de senderismo que parten desde este punto, como la ruta circular panorámica de Pillstein, de hora y media de duración y baja dificultad, o bien la ruta temática Illinger-Alm, de cuatro horas y dificultad media, entre otras.
Los niños corren y se sientan en varias hamacas de madera distribuidas por la cima estratégicamente para disfrutar del idílico paisaje. Paseamos por los alrededores de la estación del funicular, por un camino que te guía hacia la cruz, el punto más alto de la zona y el lugar perfecto para una fotografía familiar con los lagos como telón de fondo. Parece que el cielo se está despejando y aprovechamos para hacer fotos desde todas las perspectivas de todo el entorno. No es nuestra intención hacer ninguna excursión de montaña, ya que tenemos aún mucho que visitar a lo largo del día pero vemos a algunos senderistas madrugadores que, ataviados con sus palos de montaña, inician su paseo matinal.
Nosotros regresamos al teleférico para bajar a pasear por St. Gilgen Este pueblo está muy vinculado a Mozart. Cerca del lago está la casa en la que nació la madre de Mozart, Anna Maria Pertl, en 1720. Más tarde, la hermana del compositor, Nannerl, vivió aquí con su marido, un funcionario local. En 1927 se erigió en la plaza del Ayuntamiento una bonita fuente con una estatua de bronce del famoso compositor.
Tras comernos una hamburguesa buenísima en la terraza de uno de uno de los múltiples restaurantes del centro del pueblo, a muy buen precio por cierto, nos acercamos al paseo del lago para sentarnos un ratito a contemplar sus tranquilas aguas.
St. Gilgen también cuenta con un centro de deportes acuáticos y un puerto. En el momento que llegamos una lancha salía del pequeño muelle con una cuerda enganchada a un donut gigante, sobre el cual iba un niño. La lancha cogió velocidad en un momento y el donut salió disparado con el niño saltando encima. Parecía que se lo estaba pasando genial.
Del puerto de St. Gilgen también salen barcos turísticos que te llevan hasta el otro lado del Wolfgangsee. El vapor "Emperador Francisco José" hace cruceros por el lago desde 1873. Muchos turistas japoneses escogieron subir a uno de ellos. La excursión les llevaba hasta la orilla opuesta del lago, a St. Wolfgang, para ofrecer unas preciosas vistas de la zona de Salzkammergut.
Esta excursión también la dejaremos para la próxima ocasión que visitemos la región. Hoy nuestro siguiente destino és Trobl, el pueblo situado en la esquina opuesta al lago hacia el este.
Durante este viaje me había propuesto bañarme en uno de los muchos lagos que encontraríamos por el recorrido. Ya nos imaginaba bañándonos en uno de ellos y pasando una divertida y relajada mañana en una playa alpina. Las había localizado y todo. Pero el tiempo de estos días no acompaña al baño así que me conformo con meter sólo los pies.
Durante el paseo hay varias zonas no valladas que te permiten acceder a unas pequeñas calas donde poder pararte a sentarte en una piedra o a extender la toalla y tomar el sol. En alguna de ellas incluso hay un trocito de arena y los más valientes se pueden dar un refrescante baño. Así que nos paramos, nos quitamos zapatos y calcetines, nos arremangamos los pantalones por encima de las rodillas y metemos los pies en el agua. Está templada. Imaginaba que estaría más fría. Mis hijos se animan enseguida y también me imitan. No es lo mismo que un baño relajante pero nos tendremos que conformar.
Regresamos andando al coche, que hemos aparcado en el centro del pueblo y seguimos la ruta del día. El siguiente destino es Hallstatt, dicen que el pueblo más bonito a orillas de un lago y el pueblo donde se inspiró la película de Frozen. Llegamos en apenas media hora pero cual fue nuestra sorpresa al encontrar todos los parquing disponibles completos. Antes incluso de llegar al pueblo, varios carteles informativos avisan al visitante que todo el aparcamiento está completo, tanto dentro como en las afueras. Aún así, intentamos entrar. Pasamos junto a varios aparcamientos y, efectivamente, todo estaba abarrotado. Desde el coche se veía como este pueblo ha recibido un alúd de visitantes y está desbordado. Turistas de todas las nacionalidades, cámara en mano, pasean por sus callejuelas, impidiendo, imagino, la tranquilidad de sus habitantes. Está masificación le hace perder su encanto. Así que, decepcionados y tras haber intentado incluso llegar hasta el aparcamiento más alejado del pueblo, a unos 5 km, sin conseguir aparcar, desistimos, damos media vuelta, y abandonamos la idea de visitarlo.
Si hubiéramos llegado a primera hora de la mañana,seguro que habríamos conseguido aparcar en alguno de sus aparcamientos pero llegando a las cuatro de la tarde imposible. Lo dejaremos para la próxima ocasión. En este viaje nos quedamos con las ganas. La zona ofrece muchas actividades para el turismo familiar como visitar las Cuevas de Sal o subir al monte Dachstein y visitar sus cuevas heladas, por ejemplo. Lo ideal es visitarlo pronto y en un día despejado. Tomamos nota para un próximo año.
Aprovechando que estamos cerca, nos dirigimos a Abtenau, un centro vacacional veraniego situado en los Dolomitas de Salzburgo y rodeado por los imponentes picos de la cadena de Tennengebirge. Nuestro objetivo es subirnos a su Rodelbahn. Cierra a las cinco de la tarde y creemos que llegaremos justos. A las cinco y cinco estamos en la taquilla y el responsable nos dice que están cerrados. Definitivamente esta tarde no estamos teniendo suerte. Los austríacos tienen un horario muy estricto y a esta hora ya están empezando a guardar los rodelbahnes en el almacén. Una pena porque es una actividad que nos entraba con la Salzburgerland Card y por cinco minutos de retraso no la podemos hacer.
Aún nos quedaba pendiente acercarnos al lago Gosau (Gosausee). Había visto imágenes muy bonitas de este lago mientras estudiaba las actividades y lugares a ver durante nuestras vacaciones y este lago lo tenía marcado con una “X”. Vimos el desvío cuando veníamos desde Hallstatt y podríamos volver y visitarlo fugazmente pero los niños estaban cansados y consultando el horario del telecabina, cuando llegáramos estaría cerrado. Es otro lugar que dejamos pendiente para la próxima vez que visitemos la región, junto con Hallstat y Dachstein. Creo que esta zona merecería dos intensos días para visitarla en profundidad y no perderte ninguno de sus encantadores rincones.
Así que emprendemos el regreso al apartamento. Allí los niños jugarán un rato con las bicis y los patinetes en el patio delantero. Eso sí, parando antes en el supermercado para comprar pan y embutido para los bocadillos que prepararemos para la excursión del día siguiente.
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