Florencia: Galleria degli Uffizi

Nuestra última mañana en Florencia antes de nuestro regreso a España lo dedicamos a visitar la Galleria degli Uffizi, una de las mejores galerías de arte del mundo.



La verdad es que la inmensa cola que encontramos al llegar a las puertas del museo asusta bastante y todavía exaspera más la lentitud con la que avanzaba, pero bueno, es el único museo que visitaremos en la ciudad por lo que esperaremos nuestro turno con paciencia. Nos colocamos al final de la cola sobre las diez y media y no llegamos a la entrada hasta dos horas después. El motivo de tal lentitud no nos lo explicamos, pues no invertimos apenas tiempo en comprar nuestro ticket y entrar. Una vez en el interior está prohibido fotografiar los cuadros para evitar dañarlos con la luz del flash. Así que nos tuvimos que conformar con pasear por sus más de 45 salas y contemplar detenidamente cada pintura que veíamos,  especialmente dos de las más famosos de la galería, como son La Primavera (1478) y el Nacimiento de Venus (1485), ambas obras de Sandro Botticelli i ambas inspiradas en la mitología clásica y el Humanismo de la época. Los Uffizi reúne una colección de pintura renacentista y de otras épocas que incluye los nombres más destacados del arte italiano y europeo de los últimos ocho siglos. Así, durante el recorrido por el museo, el visitante puede disfrutar las obras de artistas como Leonardo da Vinci (La Anunciación; y La Adoración de los Magos), Giovanni Bellini (Alegoría Sagrada), Miguel Ángel (La Sagrada Familia), Rafael (La Madona del jilguero), Tiziano (Venus de Urbino), Van Dyck, Caravaggio, Rembrant y Rubens, entre otros. No obstante, nosotros tuvimos la mala suerte de no poder entrar en las salas que mayor interés personal teníamos en visitar, pues  estaban cerradas al público. Eran las estancias de Rubens, unas de las más famosas del museo. Así que tras una hora y media aproximadamente de visita al museo y tras dos horas de cola para poder ver estas salas, mi decepción fue enorme, pues en la entrada nadie avisó de que estas salas no se podían ver, hecho que me disgustó. Salimos de la galería sobre la hora de comer y volvimos paseando al hotel para comer allí. 

La tarde de ese mismo día cogimos el coche y nos acercamos a una colina cercana, al otro lado del Arno, desde donde poder contemplar la belleza, de tonos anaranjados, de la capital toscana. La verdad es que la subida a la montaña es muy similar a la de la montaña de Montjuic, en Barcelona. La carretera serpentea hasta llegar a una gran plaza donde podemos aparcar el coche. Es la Piazzale Michelangelo (Plaza de Miguel Angel), en cuyo centro se levanta una copia de bronce del David, actualmente, ya de color verde. Desde el mirador de esta plaza se pueden contemplar unas vistas preciosas de Florencia. Destacado por encima del resto de edificios la cúpula y el campanile de Santa Maria dei Fiori, la Torre del Palazzo Vecchio y la iglesia de la Santa Croce. A pocos pasos del mirador, bajan unas escaleras, en las cuales se sientan a pintar multitud de artistas, que intentan recoger sobre sus lienzos la belleza del paisaje florentino y así llevarse consigo un recuerdo del lugar. Unos dibujan mejor que otros, es cierto, pero todos están aquí con la ilusión de empaparse del arte que se respira y se palpa a cada paso en la capital artística de Italia.

Florencia alberga infinidad de museos que la convierten en la capital artística de Italia. En este viaje no ha sido posible visitarlos, pero paseando por sus calles he visto exteriormente algunos de ellos, como el Museo dell’Opera del Duomo, donde se conservan obras de arte procedentes del Duomo, el Battistero y el Campanile;  el Museo Nazionale del Bargello, que actualmente alberga la colección de escultura gótica y renacentista más importante de Italia; y el Palazzo Pitti, que recoge una enorme cantidad de objetos personales de la familia Medicis. En esta ocasión no hemos dispuesto de tiempo suficiente para adentrarnos en sus salas pero, ¿acaso no se convierte este hecho en excusa para volver una segunda e incluso una tercera vez a esta ciudad y así poder aprender mucho más de su cultura y de su gente? Pienso que sí. Así pues, el adiós que le decimos al marchar no es un adiós definitivo, sino un hasta pronto.


Nuestro regreso transcurrió apaciblemente por Pisa, Génova, los Alpes marítimos, Niza, Arles y Montpellier hasta llegar de nuevo a Barcelona.


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