La Acrópolis y el Ágora


La jornada del segundo día de viaje empezó a las siete de la mañana. Tras bajar a desayunar, cogimos la mochila y la guía y salimos hacia la Acrópolis. El recinto lo abrían a las 8:30 y queríamos estar allí a esa hora para evitar las horas de máximo calor. El camino lo hicimos a pie. Unos veinte minutos desde el hotel. La entrada a la Acrópolis da derecho a visitar diferentes recintos arqueológicos de la ciudad, entre ellos la propia Acrópolis, el Ágora griega, la Torre de los Vientos y el Ágora romana.

La Acrópolis ha dominado Atenas durante más de 2.000 años. Está situada en la cima de una montaña y rodeada de murallas pero en sus alrededores también se conservan gran cantidad de restos arqueológicos de templos y teatros. La verdad es que para saber cómo eran muchos de estos templos hay que tener una buena dosis de imaginación, pues apenas se conservan en pie algunos de ellos. Un hecho indiscutible es que en su época de mayor esplendor en que las construcciones estaban completas las vistas del recinto debían ser impresionantes.

Empezamos el ascenso por la ladera sur de la Acrópolis y lo primero que encontramos en el camino es el teatro de Dionisos, del cual se conserva parte de la gradería pero toda la parte superior ha desaparecido. Fue el primer teatro construido en piedra y en el 326 a.C llegó a albergar a 17.000 espectadores.



Seguimos nuestro ascenso hacia la cumbre de la montaña y antes de llegar encontramos a nuestra izquierda el Teatro romano de Herodes Ático, mejor conservado que el anterior. Data del 161 a.C, aunque fue restaurado en 1955. Su aforo es de 5.000 espectadores y actualmente se representan en él obras de teatro y conciertos al aire libre, como demuestran los focos que hay a su alrededor. El teatro está vallado y cerrado a los turistas, así que nos hemos de conformar con verlo desde lejos y continuar.

El siguiente monumento arqueológico que encontramos en nuestro ascenso son los propileos, es decir, la enorme entrada a la Acrópolis o Ciudadela, constituida por un imponente pórtico. He de decir que durante todo el ascenso a la Acrópolis no paramos de encontrar por el camino restos de piedras, capiteles, y tambores desperdigados por el suelo y columnas solitarias en el horizonte. Desde aquí se observa que la montaña es muy agreste y escarpada y que el acceso de los enemigos debía ser muy complicado sino imposible.

Antes de pasar bajo los propileos, vemos a nuestra derecha el templo de Atenea Niké. Este pequeño templo se edificó en el 426-421 a.C para conmemorar las victorias atenienses sobre los persas y ha servido como puesto de observación además de cómo templo a la diosa de la victoria, Atenea Niké, de la cual hay una escultura en la balaustrada. Es una lástima que en nuestra visita no podamos admirarlo como se merece, pues está en restauración. Tras dejar atrás este templo pasamos a través de los propileos y dejamos a nuestra derecha los escasos restos del santuario de Artemisa y de la Calcoteca. Una vez al otro lado contemplamos como se alza ante nosotros el Partenón, el templo griego más famoso de la Acrópolis, también bajo restauración. El edificio está construido con mármol pentélico, de estilo dórico, cuenta con ocho columnas en el frente y diecisiete en los laterales. Hoy en día poco queda de la rica decoración esculpida.

El Partenón, uno de los edificios más famosos del mundo, se empezó a construir en el 447 a.C. Lo diseñaron los arquitectos Calícrates e Ictinos para albergar una impresionante estatua de Atenea Partenos (virgen), de 12 metros de altura, esculpida por Fidias. Tras nueve años de edificación, se consagró a la diosa el 438 a.C. A lo largo de los siglos, el Partenón ha sido transformado en iglesia, mezquita y arsenal, sufriendo muchos daños.

A la izquierda del Partenón se encuentra el Templo de Erecteón, construido entre los años 421 y 406 a.C. Es el famoso templo cuyas columnas del pórtico sur son cuerpos de mujer, las Cariátides, que hoy se encuentran en el museo de la Acrópolis. La reciente restauración ha suscitado mucha controversia: los agujeros se han cubierto con mármol nuevo y los elementos originales, trasladados al museo, han sido reemplazados por copias. Nos acercamos hasta él con cuidado, pues el suelo está lleno de desniveles y es fácil torcerse el tobillo en un mal paso.



Desde la cima de la montaña de la Acrópolis las vistas de la ciudad de Atenas son impresionantes e incluso se puede divisar el mar egeo en el horizonte. El templo de Hércules se divisa perfectamente claro desde las alturas y también el Ágora griega.

Volvemos al frontal del Partenón y observamos la ausencia de muchos elementos de su fachada como por ejemplo los frisos, expuestos en el museo británico. Ante el templo del Partenón en su día estaba el Templo de Roma y Augusto, hoy totalmente desaparecido. Sólo quedan de él algunas piedras de lo que en su día debió ser el suelo. Un edificio que sí se conserva en pie junto al Partenón es el Museo de la Acrópolis. Dicho museo alberga restos arqueológicos encontrados en el recinto de la Acrópolis, entre ellos, algunos frisos del interior del pórtico del Partenón y tres de las cariátides originales del templo de Erecteón. Las actuales son una copia posterior.

Tras salir del museo y rodear el Partenón por el lado que nos quedaba por ver, desde el cual, si nos asomamos hacia abajo contemplamos el teatro de dionisos, por donde hemos subido, regresamos a los propileos y, esta vez bajamos por un camino diferente. Un camino que nos conducirá hacia la antigua Ágora Griega.

El Ágora o plaza del mercado, era el centro de la actividad comercial, social y política de la antigua ciudad de Atenas. Las asambleas de ciudadanos se realizaban aquí. En el ágora se concentraban los edificios más relevantes de la vida pública de la ciudad, entre ellos las cortes, donde se celebraban juicios, y el Consejo, así como templos dedicados a los dioses olímpicos, como el de Hefestos, Zeus y Apolo.

Descendemos por un camino hacia la gran explanada que hoy en día queda de lo que en su día fue el gran ágora griega y entramos en un edificio que nos encontramos a nuestra derecha caracterizado por su enorme pórtico rodeado de columnas. Es la Estoa de Attalos, reconstruida sobre los cimientos originales a mediados del siglo XX. Es un edificio de dos plantas que hoy en día alberga el museo Ágora, donde se exponen los restos arqueológicos encontrados en el recinto: vasijas, vasos, figuras, pequeñas estatuas, etc. La entrada es gratuita, o mejor dicho, con la entrada que compramos para visitar la Acrópolis también está incluida la visita a toda el Ágora, como ya he mencionado anteriormente.

Tras salir del museo damos una vuelta por todo el recinto y observamos los restos que hoy en día quedan en pie de los edificios. Pasamos junto a los restos de unas estatuas de tritones y vemos en lo alto de una pequeña colina el templo mejor conservado que hemos visto por el momento. Es el templo de Hefesteón, también conocido como Teseón. Data del año 449-440 a.C y cuenta con seis columnas por trece, metopas y frisos esculpidos con las hazañas de Teseo.


Salimos del Ágora por su zona sur, y nos encontramos en el barrio antiguo de Monastiraki. Siguiendo el lateral de las vías del tren llegamos a una pequeña plaza en el centro de la cual se alza una pequeña ermita católica ortodoxa. Se caracterizan enseguida por su estructura y tejado de tejas rojas. Desde allí seguimos por la calle Ermou, una avenida bastante amplia por donde apenas circulan coches ni se alzan edificios. Nuestro destino es el antiguo cementerio de Kerameikós, del siglo XII a.C. No entramos dentro del recinto sagrado por respeto. Me resulta morboso visitar un cementerio, aunque sea antiguo, por pura distracción. Además, desde las rejas se puede ver perfectamente la vía principal o calle de las tumbas, sin necesidad de entrar.

Tras echar un rápido vistazo, regresamos sobre nuestros pasos de nuevo hacia el barrio de Monastiraki y entramos en el de Plaka, donde encontramos la Biblioteca de Adriano, construida en los años siguientes al 132 d.C. Medía 118 por 78 metros y, además de la enorme biblioteca, albergaba salas más pequeñas y una piscina. Un poco más adelante vemos la Torre de los Vientos, un pequeño edificio octogonal de estilo helenístico, construido como reloj de agua, con compás, relojes de sol y veleta. La torre recibe su nombre de los relieves esculpidos en lo alto de cada uno de sus lados, que representan las personificaciones de la rosa de los ocho vientos principales, y se encuentra dentro del Ágora romana, donde también se alza una sinagoga judía.

Uf, hace muchísima calor. La temperatura debe oscilar entre los 30 y 35 ºC. Suerte que llevamos siempre en la mochila una botella de agua para poder hidratarnos. Aún así, nos apetece hacer un alto en la ruta y tomar un granizado en una terracita de Plaka, bajo un parasol. Tras descansar veinte minutos ya estamos de nuevo frescos para continuar nuestra visita por Atenas. El siguiente monumento a visitar es el Templo que hemos divisado desde la Acrópolis. El templo de Zeus Olímpico, el más grande de Grecia. Conforme nos acercamos a él comprobamos sus dimensiones, mucho mayores que las del Partenón. Hoy en día sólo quedan en pie 15 de las 104 columnas corintias originales, cada una de 17 metros de altura. Viéndolas el visitante pueda imaginar lo imponente que debía resultar el enorme templo acabado, que aproximadamente medía 96 metros de largo por 40 de ancho. Esparcidos por el suelo vemos los tambores de columnas como si fueran piezas de dominó caídas unas sobre las otras. El diámetro de las piezas es considerable. Imagino que este templo debió de tener una gran importancia en su época.



La última visita de la mañana es al Estadio Olímpico de Atenas, situado cerca del templo de Hércules. Edificado en mármol pentélico blanco, mide 204 metros de longitud y 83 de ancho, y tiene un aforo de 60.000 espectadores. En él se celebraron los primeros Juegos Olímpicos modernos de 1896. El Estadio presenta una forma un poco diferente a lo que estamos acostumbrados a ver cuando presenciamos una carrera de atletismo o un partido de fútbol. La principal diferencia es que el estadio consta de tres laterales y el cuarto queda abierto, sin gradería. Para visionarlo mejor. Cuando vamos a un partido de baloncesto profesional la gradería se alza a los cuatro lados de la cancha. En un estadio griego, tras una de las canastas no se alzaría grada alguna, quedaría vacío.

Estamos muy cansados, así que regresamos al hotel para descansar un poco. Por la tarde hemos de ir al Museo Arqueológico Nacional, uno de los más importantes del mundo, que alberga algunos de los tesoros de una de las más grandes civilizaciones occidentales. La primera sala que visitamos alberga lo que parece a simple vista un enorme jarrón y, que en realidad es un Ánfora Dipylon. Una enorme vasija que se utilizó en el s.VIII a.C para distinguir la tumba de una mujer. Seguimos viendo objetos micénicos, neolíticos y cicládicos, además de escultura geométrica, arcaica, clásica, romana y helenística. Durante el recorrido, tres piezas me llaman la atención especialmente. La primera es la máscara funeraria de oro de Agamenón, la segunda la escultura de bronce del Caballo con pequeño jinete y la última es la estatua de bronce del dios Poseidón. Un detalle que sí me sorprendió, y bastante, fue el hecho de poder comprar en la tienda del museo la copia de la estatua de Poseidón a tamaño natural. Me cuesta imaginar qué tipo de persona compraría un recuerdo de semejante talla y cómo se lo llevaría a casa. Supongo que la tienda lo enviará al cliente porque si no es así sería muy cómico ver salir al comprador con la estatua cargada al hombro. Este tipo de recuerdos sólo los puede comprar, en mi opinión, un coleccionista muy apasionado por el tema, un "frikie", o una combinación de ambos.



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